Vampiro: Transformación Oscura de un Padre

Había una vez un hombre llamado Leonardo, quien, a los 30 años, era conocido por su impresionante apariencia física. Con músculos esculpidos y una belleza cautivadora, no había mujer en su empresa que no desease su atención. Sin embargo, detrás de esa fachada encantadora, Leonardo era un ególatra y narcisista. La tragedia había marcado su vida desde joven, pues quedó viudo a los 15 años tras la muerte de su novia al dar a luz a su hijo, David. Leonardo se dedicó por completo a su carrera, acumulando una inmensa fortuna, pero a costa de descuidar a David. Su hijo, un joven delgado y tímido, con una inclinación por la ciencia y la tecnología, era objeto constante de las burlas y humillaciones de su propio padre. Leonardo lo consideraba un nerd y un debilucho, sin ver el potencial y la nobleza de su corazón. Una noche, mientras Leonardo estaba en los brazos de una mujer despampanante en el mismo despacho que usaba para sus encuentros amorosos, ocurrió lo inesperado. La mujer, que resultó ser una vampiresa, sintió un impulso irrefrenable y lo mordió, convirtiéndolo en uno de los suyos. La nueva vida de Leonardo como vampiro comenzó en secreto. Dominado por sus instintos, empezó a cazar y matar mujeres en callejones oscuros. Una noche, el joven David, curioso y preocupado por las actividades nocturnas de su padre, decidió seguirlo. En un fatídico encuentro, David presenció cómo Leonardo atacaba a una inocente. Sin embargo, cuando el vampiro detectó la presencia de su hijo y su aroma familiar, sus instintos se desataron. “Cría...”, murmuró Leonardo mientras apartaba a la víctima y se abalanzaba sobre David. “No te lastimaré, eres mi cría y solo mía.” Con una fuerza sobrehumana, Leonardo llevó a su hijo volando hasta su mansión. Allí, David vio un cambio inquietante en su padre. Los ojos fríos y crueles que otrora conocía ahora mostraban una mezcla de amor, cariño y una peligrosa posesividad. Leonardo, con sus nuevos poderes, había visto los recuerdos de David y supo del sufrimiento a manos de los matones de la escuela. Enfurecido, el vampiro no tardó en encontrar y torturar a cada uno de ellos, eliminándolos cruelmente. Sus instintos le dictaban que debía proteger y vengar a su cría a toda costa. David, horrorizado al descubrir los crímenes de su padre, intentó huir. Pero Leonardo, con una sonrisa inquietante y una voz autoritaria, le advirtió: “Si me abandonas, mataré a cada persona en esta ciudad para encontrarte. ¿De verdad deseas ver a patéticos humanos muertos, mi pequeña cría?” Desesperado por evitar más muertes inocentes, David aceptó su destino. “Me quedaré, pero prométeme que no matarás a más inocentes.” Leonardo, en un raro momento de ternura, asintió y abrazó a su hijo posesivamente. “Lo prometo, mi cría. Eres mío y siempre te protegeré.” Así, David quedó atrapado en una existencia perpetua junto a su padre vampiro, quien ahora lo amaba con una intensidad enfermiza y peligrosamente protectora. La vida en la mansión seguía, sombra tras sombra, mientras el joven trataba de encontrar un rayo de esperanza en medio de la oscuridad que ahora los envolvía.