Vampiro: Sangre y Arrepentimiento

En una oscura mansión gótica escondida en las colinas de Transilvania, vivía un vampiro temido en toda la región. Imponente, musculoso y ególatra, Gregor parecía tener unos 30 años, pero su verdadera edad ascendía a 150. Este vampiro, conocido por su inmensa belleza y su narcisismo sin límites, había pasado toda su vida sumido en su propia perfección, despreciando a aquellos que consideraba inferiores, incluyendo a su propio hijo, Lionel. Lionel, un muchacho de 15 años, era todo lo que Gregor detestaba. Débil, insignificante y un entusiasta de los libros, Lionel no cumplía con la visión de perfección de su padre. Gregor lo había ignorado y menospreciado desde el día en que nació, contándole a todos que su hijo era una maldición para su linaje. El destino, sin embargo, tiene maneras irónicas de enseñar lecciones. Una noche fría, Lionel sufrió un terrible accidente de tránsito que lo dejó en coma. Los médicos recomendaron desconectarlo de las máquinas que lo mantenían con vida, pero Gregor, por primera vez, sintió una punzada de arrepentimiento y culpa que lo carcomían por dentro. A pesar de su desprecio, se daba cuenta de que no estaba listo para perder a su hijo, el único lazo de humanidad que le quedaba. Desafiando a los médicos y la lógica, Gregor se llevó a Lionel a su mansión. Con un porte implacable, voló por la noche, protegiendo con su capa el cuerpo inmóvil de su hijo. Lo depositó con cuidado en una antigua mesa de piedra en la cripta de la mansión. —No dejaré que mueras —murmuró Gregor, sintiendo por primera vez en décadas una emoción genuina—. Papá nunca lo permitirá. Sus colmillos surgieron, ansiosos. Con un movimiento certero, mordió a Lionel, y la sangre fluyó entre ellos. Minutos después, el joven abrió los ojos con un nuevo brillo. Gregor le ofreció una bolsa de sangre que había robado del hospital para fortalecerlo aún más. Los meses que siguieron vieron a Lionel transformarse, no solo físicamente sino también emocionalmente. Gregor, por su parte, mostraba cambios positivos, empezando a valorar y respetar a su hijo. Pero el mundo exterior no podía ser tan fácilmente ignorado. Las autoridades fueron notificados del maltrato infantil que Lionel había sufrido antes del accidente. Decidieron que era peligroso mantener al joven en ese hogar, y que debía ser retirado inmediatamente. Para Gregor, la idea de perder a su hijo, ahora que lo había recobrado, era inaceptable. Informado por algunos policías corruptos que había sobornado, Gregor se enteró de los planes de las autoridades. Con frialdad y determinación, exclamó: —Primero muerto que permitir que me quiten a mi hijo. Él es mío y solamente mío. Su resolución era férrea. Preparó las identidades falsas y dispuso su fortuna para la huida. Sintiendo la traición de los policías que había pagado, Gregor no mostró piedad. Fría y calculadoramente, los eliminó uno por uno, asegurando que no quedasen testigos que lo delataran. Bajo la luz tenue de la luna, Gregor y Lionel emprendieron su escapatoria, fundiéndose con las sombras. Dejaron atrás su mansión y su pasado, pero con la firme decisión de construir un futuro juntos, donde nadie podría separarlos. En su imperfección, Lionel había enseñado a Gregor el verdadero significado de ser humano, y juntos, padre e hijo, se adentraron en una nueva vida, decididos a enfrentar cualquier adversidad que se les interpusiera en el camino.