**Vampiro: Redención y Condena**

Christian de la Campa había construido su vida sobre su apariencia física y su fama, disfrutando del culto al cuerpo y de una legión de admiradoras que lo seguían fervientemente. Sin embargo, su paternidad era una sombra que prefería no mencionar. Su hijo, Alejandro, era todo lo contrario a él: un joven de 16 años, delgado, con gafas gruesas y una inclinación natural hacia la bondad y el estudio. Para Christian, Alejandro era su mayor vergüenza, un recordatorio constante de que la perfección no corría en su sangre. Cada día, Christian humillaba y maltrataba a Alejandro, negando su paternidad y haciéndolo pasar por su ahijado. Este maltrato físico y emocional se reflejaba en la débil autoestima de Alejandro, quien, a pesar de todo, no podía dejar de amar a su padre. Una noche, la vida de Christian dio un giro inesperado. Tras una serie de encuentros íntimos sin significados profundos, conoció a una misteriosa mujer que resultó ser una vampiresa. La mujer, dominada por la sed, mordió a Christian y lo transformó en un vampiro. Esta metamorfosis no solo hizo que Christian viera a los humanos como comida y entretenimiento, sino que también intensificó sus rasgos narcisistas y egocéntricos. De noche, Christian salía a cazar. Su transformación le otorgaba una fuerza y agilidad sobrehumanas, y su belleza etérea atraía a sus presas humanas con facilidad. Las noticias de cinco mujeres asesinadas con marcas en el cuello comenzaron a levantar sospechas, y Alejandro empezaba a notar los cambios en su padre. Una noche, Alejandro decidió seguir a Christian sin que éste lo notara. Lo vio acechando a una mujer, listo para matarla. En un acto de valentía desesperada, Alejandro salió de su escondite y distrajo a su padre, permitiendo que la mujer huyera. Christian, cegado por la sed de sangre, se volvió hacia Alejandro con la intención de atacarlo, pero el aroma de la sangre de su hijo y la palabra “papá” pronunciada por Alejandro lo hicieron vacilar. En ese momento, su lado vampírico susurró "heredero", y Christian recuperó un momento de consciencia. Alejandro, en un acto de sacrificio, se cortó la mano y ofreció su sangre a su padre, esperando calmar su ira. Christian, confundido, preguntó por qué no huía después de todo el daño que le había causado. Alejandro, con lágrimas en los ojos, respondió: "A pesar de todo, eres mi padre. Tú no eres un monstruo; saldremos adelante. Nos tenemos el uno al otro." Ese momento marcó un cambio en su relación. Christian comenzó a pasar más tiempo con Alejandro, tratando de enmendar sus errores. Sin embargo, sus crímenes pasados lo alcanzaron cuando la mujer que había sobrevivido lo denunció. Con la ley tras ellos, Christian decidió huir con su hijo. Aunque deseaba masacrar a los mortales que los perseguían, Alejandro lo convenció de no causar más muertes innecesarias. Se refugiaron en una de las propiedades de Christian, y este prometió no matar a personas, sino cazar animales. Pero esta promesa fue una mentira. Cada noche, mientras Alejandro dormía, Christian regresaba a la ciudad para cazar y saciar su hambre, manteniendo siempre su necesidad de mujeres vivas solo para matarlas después. Esto continuó por varios meses hasta que Alejandro descubrió la amarga verdad. Desesperado y sintiendo que su padre no tenía salvación, Alejandro planeó su huida con la ayuda de varias personas. Fingió estar bajo custodia policial y fue llevado a un hogar de paso. Christian, furioso, buscó sin descanso a su hijo, y cuando lo encontró, lo llevó a otro de sus castillos, esta vez con un guardián para asegurarse de que Alejandro no escapara. El guardián, actuando por el bienestar de su propia familia, mantenía vigilado al joven. Los años pasaron y Christian, incapaz de soportar la idea de estar solo para siempre, mordió a Alejandro, transformándolo también contra su voluntad. Creía que lo hacía por el bien de su hijo, para protegerlo y mantenerlo a su lado eternamente. Así, ambos compartieron el destino oscuro del vampirismo, envueltos en una relación de control y desesperación. Alejandro, transformado física y emocionalmente, aún conservaba la lucha interna contra su naturaleza impuesta, esperando algún día encontrar una escapatoria o reconciliación con su propia humanidad perdida.