**Vampiro: Pasión, Venganza y Eternidad**

En la penumbra de una mansión gótica, situada en una colina solitaria, vivía un vampiro llamado Alexander. Alexander era la personificación de la belleza y la fuerza, su apariencia juvenil de 25 años mortales combinada con su cuerpo musculoso y su expresión siempre segura de sí mismo, lo hacían terriblemente atractivo y, sin embargo, inquietantemente ególatra y narcisista. Hace muchos años, Alexander había amado a una humana llamada Elena. Sin embargo, Elena eligió casarse con otro hombre, un mortal, causándole una herida tan profunda que, en su vanidad herida, juró vengarse. Hurtó al bebé recién nacido de Elena mientras la familia dormía, con la intención inicial de acabar con su vida. No obstante, al observar la inocencia en el rostro del niño, Alexander no pudo llevar a cabo su plan. Decidió entonces tomar una venganza más cruel, criando al bebé como si fuera suyo, sumiendo a Elena y a su esposo en un interminable tormento por la pérdida de su hijo. El niño, llamado Gabriel, creció bajo la tutela de Alexander, quien le mostró una faceta amorosa y protectora. A medida que pasaban los años, el vampiro se volvía cada vez más posesivo y sobreprotector, aterrorizado ante la idea de la soledad. Mientras tanto, Elena y su esposo incansablemente buscaban a su hijo, pero cada vez que se acercaban a encontrarlo, Alexander y Gabriel se esfumaban en la noche. A los 17 años, Gabriel se había convertido en un joven brillante y algo nerd. En su institución académica, sus propios padres biológicos, que no lo reconocían y de quienes él no sabía nada, enseñaban como profesores. Por azares del destino y curiosidad adolescente, Gabriel descubrió la verdad sobre su origen. Tan pronto como Alexander se dio cuenta de la revelación inminente, no dudó en cometer otro acto de crueldad: asesinó a Elena y a su esposo para asegurarse de no perder a Gabriel. Gabriel, inconsciente de sus verdaderos orígenes y de los actos monstruosos de quien consideraba su padre, continuó viviendo su vida. Tiempo después, apareció otra complicación: Gabriel se enamoró de una chica llamada Laura, una amiga que no correspondía sus sentimientos y prefería la compañía de otro joven. Sumido en la tristeza por el rechazo, Gabriel confesó su desamor a Alexander. La furia de Alexander fue tan intensa que decidió tomar cartas en el asunto. Aquella noche, se coló en la habitación de Laura, admirando su belleza y comprendiendo por qué Gabriel estaba enamorado de ella. Pero su admiración pronto se tornó en amenaza. —Vas a pagar caro por rechazar a mi hijo —dijo Alexander, mostrando sus colmillos. Laura, aterrorizada, recordó las antiguas historias de su madre, historias sobre vampiros y el peligro de rechazar su amor. Sabiendo que debía someterse para sobrevivir, la chica rogó por su vida. —Si quieres vivir, terminarás tu relación con tu novio, pedirás perdón a mi hijo y le dirás que lo amas —ordenó Alexander—. Si él te pide matrimonio, te casarás y serás una esposa ejemplar. Y te juro que me encargaré de nuestros futuros nietos. No le dirás a nadie sobre esta conversación. Aterrada, Laura obedeció todas las exigencias del vampiro. Su miedo era tan abrumador que siguió cada paso sin rechistar. Durante esos días de sumisión, el amor forzado que Gabriel creía tener por Laura se consumó en una relación que llevó a un eventual y triste matrimonio, siempre bajo la sombra de la amenaza vampírica. Tiempo después, Alexander, temeroso de cualquier tipo de rebelión futura o de perder nuevamente a Gabriel, decidió convertirlo en vampiro como él. Así, en un acto final de posesión y amor retorcido, aseguró que Gabriel nunca envejeciera, nunca escapara de él, y que su linaje permaneciera intacto para siempre. La historia de Alexander y Gabriel se convirtió en una leyenda oscura, una advertencia sobre los peligros del amor obsesivo y del deseo de venganza que trasciende la muerte.