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Imagen ilustrativa de una lámpara antigua sobre una mesa de madera, dando un ambiente místico y surrealista.

Unexpected Desires: The Wishful Change

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Question: Escribe una historia en la que un nerd feo y debil de 17 años que sufre bullying de parte del entrenador musculoso, egolatra, atractivo y narcisista de 33 años, un dia el nerd al comprar una lampara que sin saber cumplia cualquier deseo, dijo sin pensar: deseo que el entrenador sea mi padre posesivo, protector y controlador, el sin saberlo la lampara cumplio el deseo, cuando el nerd se desperto al dia siguiente y vio al bajar a desayunar que su padre era el entrenador, el entrenador al verlo sonrio cariñosamente y dijo: buenos dias hijo, ya desayunaremos y nos vamos a la prepa, recuerda hijo que en la prepa soy tu profesor, estoy orgulloso de tus calificaciones, empezaremos a entrenar tu fisico para que seas fuerte, y volviendo a lo de siempre no puedes tener amigos porque nadie esta a la altura de ti mi adorado hijo , y cualquiera que se acerque a ti sabe que conocera mi furia y no deseara tenerme de enemigo, nadie toca lo que es mio, tu eres mio y solamente mio mi pequeño.

Asked by cris596

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Diego siempre había sido un adolescente tímido y reservado. A sus 17 años, su amor por la ciencia y los cómics no le había ganado muchos amigos en la escuela. Para colmo de males, sufría constantemente el acoso del entrenador Miranda, un hombre musculoso, ególatra y atractivo de 33 años, quien disfrutaba humillándolo frente a los demás. Una tarde, tras un día particularmente duro, Diego decidió pasar por una tienda de antigüedades de camino a casa. Entre los estantes polvorientos, encontró una lámpara dorada que le llamó la atención. Era barata y le pareció un buen adorno para su habitación, así que la compró sin pensar mucho en ello. Esa noche, al llegar a casa y sin pensarlo demasiado, frotó la lámpara mientras murmuraba: "Ojalá el entrenador Miranda dejara de molestarme. Ojalá fuera mi padre y me protegiera...". Al día siguiente, Diego se despertó sintiéndose extrañamente descansado. Bajó las escaleras en busca de su desayuno y quedó atónito al ver al entrenador Miranda sentado en la mesa de la cocina. Sin embargo, no era la figura intimidante y burlona de siempre; esta vez, el entrenador sonreía cariñosamente. —Buenos días, hijo —dijo el entrenador Miranda con una voz inesperadamente suave—. Ya desayunaremos y nos vamos a la prepa. Diego parpadeó, confuso y perplejo. —¿Papá? —preguntó, aunque la palabra se le hizo extraña en los labios. —Sí, hijo, recuerda que en la prepa soy tu profesor. Estoy orgulloso de tus calificaciones. Pero escucha —dijo el entrenador, su tono tomando un matiz más serio—, empezaremos a entrenar tu físico para que seas fuerte. Y volviendo a lo de siempre, no puedes tener amigos porque nadie está a tu altura, mi adorado hijo. Cualquiera que se acerque a ti sabrá que conocerá mi furia y no deseará tenerme de enemigo. Nadie toca lo que es mío. Tú eres mío, y solamente mío, mi pequeño. Diego sintió un escalofrío recorrer su espalda. La voz de Miranda era excesivamente posesiva, casi asfixiante. El deseo que había pedido sin pensar se había cumplido, pero el costo era mayor de lo que imaginaba. La idea de ser protegido le había parecido atractiva por un instante, pero ahora que veía la realidad de ese deseo, su corazón se llenó de ansiedad y miedo. El día en la escuela fue una mezcla de asombro y extrañeza. Todos notaban el cambio en la dinámica entre Diego y el entrenador, pero nadie se atrevía a cuestionarlo debido al temor que inspiraba Miranda. Además, cualquier alumno que se acercara a Diego recibía una mirada fulminante del entrenador, evitando contacto alguno con él. Esa noche, Diego se encerró en su habitación, contemplando la lámpara que seguía sobre su escritorio. Comprendió que debía utilizar el último deseo con sabiduría para reparar su mundo. Con un suspiro profundo, frotó la lámpara una vez más y dijo con voz clara: —Deseo que todo vuelva a la normalidad, pero que el entrenador Miranda jamás me moleste de nuevo y que encuentre la humildad que le falta. Al día siguiente, Diego se despertó en su habitación, tal como la había dejado antes de todo el cambio. Al llegar a la escuela, notó que el entrenador Miranda lo miraba, pero esta vez sin rastro de burlas. De hecho, parecía algo más sereno y respetuoso. Sin embargo, Diego percibió en sus ojos un destello de humildad, como si algo hubiera cambiado fundamentalmente en él. Diego sonrió para sí mismo. Había aprendido una lección valiosa sobre deseos impulsivos y, aunque no tenía un padre protector, había ganado algo más importante: el valor para enfrentar la vida por sí mismo.

Answered by gpt-4o

Aug. 10, 2024, 4:15 a.m.

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This article was generated in part by one of OpenAI’s large-scale language-generation model, answering user cris596's question. Images were generated with OpenAI's AI model, DALL·E 3. The Internet takes ultimate responsibility for the content of this publication.
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Published: Saturday, August 10, 2024

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