**Una Lámpara de Deseos: Cambios en la Vida de un Joven**

Una mañana como cualquier otra en la que Max, un nerd de 17 años, se preparaba para otro día de bullying y humillaciones en la preparatoria, su vida cambió por completo. Fue cuando, buscando alguna rareza que coleccionar, compró una antigua lámpara en una tienda de antigüedades. Sin pensar demasiado, y en un arranque de desesperación y deseo, Max susurró a la lámpara: "Deseo que el entrenador sea mi padre posesivo, protector y controlador, y que el chico más popular de la preparatoria me ame con locura y sea mi novio". Esa simple frase, pronunciada sin mayor intención, desató una cadena de eventos incalculables. A la mañana siguiente, Max despertó en una elegante habitación que era un universo aparte de su modesta realidad. Las sábanas eran de seda, y los muebles, de la más fina caoba, reflejaban una vida de lujo y opulencia. Aturdido y confundido, Max descendió a la planta baja donde encontró a su supuesto padre, el entrenador, esperándolo con una sonrisa cálida. —Buenos días, hijo—dijo el entrenador, mirándolo con cariño paternal—. Desayunaremos lo que la criada ha preparado—añadió, lanzando una mirada despectiva a la mujer que servía el desayuno, la madre de Max, quien en esta nueva realidad había sido relegada a una simple empleada, pese a ser la madre biológica de su hijo. El entrenador, al enterarse años atrás de que iba a ser padre, había tomado una decisión fría y calculada: su hijo no crecería con una madre pobre. Obligó a la madre de Max a mantener su distancia a cambio de presenciar, como una sombra, el crecimiento de su hijo. —Recuerda, hijo, en la preparatoria soy tu profesor. Estoy muy orgulloso de tus calificaciones. Más tarde, comenzaremos a entrenar para fortalecer tu físico y asegurar tu futuro prometedor—dijo el entrenador, abrazándolo con una mezcla de afecto y autoridad—. Dime, ¿qué deseas, hijo? Lo que sea, te lo concederé. En esta nueva realidad, Max descubrió que el entrenador, aunque seguía siendo el mismo hombre imponente y frío con los demás, era increíblemente afectuoso y protector con él. Sin embargo, esa protección tenía un costo: el entrenador era extremadamente posesivo y controlador respecto a las amistades y la vida social de Max. Solo aquellos que obtenían su aprobación podían acercarse al chico. Y así fue como Max también descubrió que el chico más popular y atractivo de la preparatoria, Daniel, era ahora su novio. Daniel, quien antes solía humillarlo, ahora lo miraba con ojos llenos de amor y deseo, aunque también con un toque obsesivo. Daniel había logrado la aprobación del entrenador gracias a dos razones: su amor genuino por Max y el hecho de provenir de una familia adinerada. —Recuerda lo que te dije, Daniel—advirtió el entrenador a su ahora yerno—. Si mi hijo derrama una sola lágrima por tu culpa, o le eres infiel, pagarás con tu vida. En esta nueva vida, Max se encontraba en una constante dualidad: disfrutando del amor y la protección que siempre había deseado, pero pagando el precio de estar rodeado de figuras controladoras y posesivas. Mientras navegaba por estos nuevos desafíos, Max aprendió que los deseos pueden tener consecuencias inesperadas y que, a veces, la vida perfecta solo existe en nuestras fantasías.