Un mundo de arrepentimientos: Roman Todd y la búsqueda del perdón perdido.

Roman Todd era un hombre atractivo y musculoso, pero también narcisista. Antes de convertirse en una gran figura en la industria del porno gay y bisexual, estaba lejos de ser el actor famoso que es hoy en día. Su vida tomó un giro inesperado cuando se vio obligado a hacerse cargo de su pequeño hijo, abandonado por una madre que decidió buscar riqueza en otro lugar. Hace años, Roman era un hombre dulce y cariñoso. Lo único que tenía ojos para su hijo, a pesar de la revelación inesperada de su paternidad. La vida no era fácil para él en ese momento, y decidió entrar en la industria del porno para poder proveer para su hijo. Pero a medida que Roman subía en los rankings, se volvía cada vez más consumido por los lujos, la fama y los placeres de la lujuria. Se olvidó de su hijo, a quien comenzó a tratar con desdén, incluso llegó a decir que él era un huérfano que había dejado en su mansión y lo relegó al papel de sirviente en su propia casa. El hijo de Roman soportó todo en silencio, llevando una carga adicional: una enfermedad terminal que necesitaba un trasplante de médula ósea para ser curada. A los 16 años, con su figura menuda y pecosa, sus gafas de montura gruesa y su inclinación por los libros, el joven no tenía la apariencia o el carisma de su padre. Esto proporcionó a Roman una nueva justificación para ridiculizarlo, acusándolo de ser feo e insignificante. Un día, en medio de una acalorada discusión, el joven decidió que necesitaba irse, para morir en paz. Pero, antes de que pudiera hacerlo, una crisis de salud lo dejó débil y sangrando, lo que finalmente le reveló a Roman la verdad sobre su enfermedad. Avergonzado y lleno de pesar, Roman se comprometió a hacer todo lo posible para salvar a su hijo, incluyendo ser su donante de médula ósea. Pidió perdón a su hijo, pero para el chico, Roman era un desconocido. Un hombre que nunca fue verdaderamente un padre. Cuando llegó el día del trasplante, el chico había perdido todas sus fuerzas. Murió en la mesa de operaciones, dejando a Roman solo y lleno de culpa. Devastado, Roman se retiró de la industria del porno y entró en un profundo estado de depresión y locura, fantaseando que su hijo aún estaba vivo, que estaban haciendo cosas de padre e hijo. La pérdida de su hijo fue un recordatorio cruel de las decisiones egoístas que había tomado a lo largo de los años. La vida que había elegido resultó ser su caída, y aunque Roman nunca había sido realmente un padre para su hijo, llevaba la culpa de haberle fallado en su momento más crítico.