Un Giro Mágico: El Cuerpo que Cambió mi Destino y la Venganza del Gordo

Peter, de 18 años, siempre había sido marginado por su apariencia física. A menudo era objeto de burlas, en especial por su hermano mayor, Greg, el capitán ególatra y narcisista del equipo de fútbol de su colegio. Greg era adorado por su musculatura y apariencia atractiva, y usaba cada oportunidad para humillar a Peter delante de sus amigos. Un día, mientras Peter buscaba un regalo de cumpleaños para su madre en una tienda de antigüedades, un espejo llamó su atención. Era un espejo mágico, según le explicó el anciano vendedor, capaz de conceder el deseo más profundo de quien se miraba en él. Peter, intrigado y desesperado por un cambio, no dudó en comprarlo. Ya en casa, Peter colocó el espejo en su habitación y se miró en él. Luego de un suspiro profundo esbozó un deseo: "Desearía ser mi hermano". De repente, el reflejo cambió y, por un instante, pudo ver a Greg desnudo en el baño. Abrumado por la visión, Peter extendió su mano y tocó el espejo. Una ola de energía invadió su cuerpo, sintió un mareo intenso y luego perdió la conciencia. Cuando volvió en sí, Peter estaba en el baño, pero no en su reflejo. Miró hacia abajo y se encontró con la musculatura tonificada, la figura esbelta que constantemente había envidiado: había cambiado de cuerpo con Greg. Esa misma noche, Peter exploró su nuevo cuerpo con asombro y agradecimiento. Se sentía poderoso, atractivo. Por un momento pensó en lo injusto que sería para su hermano vivir en su antiguo cuerpo, pero luego la satisfacción de haber cambiado su realidad le cortó ese pensamiento. Finalmente, Peter había conseguido el cambio que tanto deseaba y decidió que mantendría este cuerpo para siempre. A partir de aquel día, la vida de Peter cambió por completo. Ya no era objeto de burlas sino de admiración. Pero recordó que el verdadero valor de una persona no reside en su apariencia física, sino en su interior. Aprendió a tratar con respeto a los demás y a no convertirse en el monstruo que había sido Greg con él. Y aunque apreciaba su nuevo aspecto, se recordaba a sí mismo que lo más importante es cómo tratamos a los demás, no cómo lucimos.