Un Espejo Mágico: El Gordo y el Capitán de Fútbol Soccer - Una historia de intercambio inesperado que cambia vidas

Había una vez un joven llamado Pedro, de 18 años. El pobre era objeto de muchas burlas y maltratos, principalmente de parte de su hermano mayor. Carlos era el capitán del equipo de fútbol de su escuela, musculoso, arrogante y bastante atractivo. Con 19 años, era el chico que todas las chicas querían y que todos los chicos deseaban ser. Pedro estaba en el extremo opuesto. Era obeso, poco agraciado y pasaba la mayoría de su tiempo solo. Su autoestima estaba prácticamente en el suelo debido a la constante humillación. Pero un día, su vida cambió por completo. Un viejo tendero le vendió a Pedro un misterioso espejo antiguo. Solo quería deshacerse de él y Pedro pensó que se vería bien en su pequeño refugio en casa. Esa noche, luego de una cruel sesión de bullying de parte de Carlos, Pedro se quedó solo en su cuarto, mirándose en el espejo, lágrimas reflejándose en sus ojos. “Cómo desearía ser como mi bully”, dijo en voz alta, pero a nadie más que a su reflejo. Para su sorpresa, algo increíble sucedió. Su reflejo comenzó a cambiar, ya no estaba él en el espejo, sino el rostro y cuerpo de Carlos, que en ese preciso momento se dirigía a la ducha en su casa. Pedro, alargó la mano y tocó el espejo. De repente, una luz brillante envolvió ambos extremos del espejo. Cuando la luz desapareció, Pedro estaba viendo al cuerpo de Carlos en el espejo, pero no, no era solo el espejo. Miró hacia abajo y se encontró con el torso definido y atlético de su hermano. Los ojos de Pedro se llenaron de incredulidad y asombro, habían intercambiado cuerpos. Mirándose al espejo, decidió lo que cualquier persona en su lugar hubiera pensado. Pedro decidió quedarse con el cuerpo que había deseado tanto. Y así pasó, el espejo le concedió su deseo y le permitió quedarse con el cuerpo de su hermano para siempre. La vida de Pedro cambió radicalmente después de eso. En lugar de ser el blanco de las burlas, ahora era el objeto de la admiración. Aprendió a disfrutar y apreciar su nueva apariencia, no por vanidad, sino por el valor que ahora tenía para él. Pedro finalmente podía vivir su vida sin las constantes burlas y humillaciones a las que estaba acostumbrado. Carlos, por otro lado, fue forzado a lidiar con una vida y un cuerpo muy diferentes a los que estaba acostumbrado. Quizás, incluso aprendió una lección o dos sobre la humildad y la compasión. Y así, Pedro vivió feliz en su nuevo cuerpo, y Carlos tuvo que aprender el valor de respetar a los demás. Aunque fue una experiencia extraña, todo terminó de la mejor manera posible.