**Un Encuentro Mágico de Redención**

Era un otoño lluvioso en el Orfanato San Patricio, escondido en un rincón húmedo de Londres, cuando un mago atractivo, musculoso y ególatra de 20 años, descendiente de una antigua familia de sangre pura de Slytherin, y su elegante esposa, abandonaron a su hijo de un año. En sus ojos brillaba el desprecio. "Nunca permitiré que un sucio Squib manche de podredumbre el buen nombre de la familia. Tendremos otro hijo que esta vez no nos dará vergüenza," proclamó el hombre con soberbia antes de regresar a su mansión junto a su esbelta esposa. El pequeño niño, incapaz de realizar magia, creció en el orfanato hasta que una noche, un hombre viudo llamado Thomas Marshall, cuya bondad iluminaba los oscuros días del orfanato, decidió llevárselo a su hogar en el campo. Aunque Thomas había perdido a su esposa años atrás, el niño le otorgó una nueva razón para sonreír. El joven, que nombraron David, creció en las tierras de cultivo humildemente, aprendiendo el arte de la agricultura y la nobleza del trabajo arduo. David, con su carácter amable y corazón puro, se convirtió en el orgullo de su padre adoptivo. Las dos vidas se entrelazaron en una armonía de amor y respeto, muy ajena a la fría y calculadora educación recibida por el otro hijo de sangre pura nacido años más tarde. Eduardo, el hijo que sí podía realizar magia, fue moldeado por su padre biológico para ser calculador, ambicioso y cruel. Sin empatía ni remordimientos, superaba la propia frialdad de su progenitor. A sus 21 años, David encontraba felicidad en las tareas cotidianas del campo. Sin embargo, una tarde veraniega, escuchó una explosión proveniente del bosque cercano. Intrigado y preocupado, corrió hacia la fuente del ruido, descubriendo a un hombre de 40 años, herido y debilitado. Sin saberlo, David asistió precisamente al hombre que lo había abandonado. El mago de sangre pura no supo inicialmente dónde estaba. Al despertar en una cabaña muggle, su primer instinto fue un abrumador sentimiento de asco. Mientras David atendía sus heridas, el mago no pudo disimular su desprecio. "Debe estar agradecido," le dijo David con firmeza y sin malicia. "Si no fuera por mí, usted estaría muerto." El mago permaneció en la granja durante semanas, lentamente recuperando sus fuerzas gracias a los cuidados de David. Día tras día, el joven se mostraba incansable y compasivo, gestos que empezaron a derretir la coraza de frialdad que envolvía el corazón del mago. El contraste era doloroso; el mago veía en Thomas, el granjero, la relación que nunca había cultivado con su propio hijo, Eduardo. Una mañana, mientras David trabajaba la tierra, el mago vislumbró una peculiar marca de nacimiento en el brazo del joven: el sello inconfundible de su familia. Un nudo de culpa se apretó en su estómago. Reconoció a David como el niño que él mismo había abandonado hace veinte años. El arrepentimiento llenó su alma. Decidió que, antes de intentar solicitar el perdón de David, debía ganarse su amistad. Empezó con pequeños actos: ayudando en el campo, compartiendo consejos y conocimientos, a pesar de su propia aversión al trabajo manual. Cada día, el mago se esforzaba más por ser alguien digno de la confianza y estima de David. El mago fue procurando, lentamente, demostrar con hechos cuánto había cambiado. David, siempre sincero y generoso, fue abriéndose corazones a medida que el hombre se mostraba más humano y menos arrogante. Finalmente, una noche estrellada, mientras contemplaban juntos el cielo, el mago se armó de valor y confesó su identidad y su pasado a David. Con lágrimas que nunca antes había mostrado, expresó su arrepentimiento y pidió sinceramente perdón. David, con la nobleza que lo caracterizaba, comprendió el dolor y la lucha interna que había atravesado su padre biológico. No fue una tarea sencilla, pero con el paso del tiempo, David pudo perdonar. Juntos, comenzaron a construir un nuevo tipo de relación, una basada en la verdad y la redención. Así, en una pequeña granja del campo, un joven Squib y un mago arrepentido encontraron la paz y el amor que durante mucho tiempo les había sido negado. Fin.