**Ultraman y la Redención de un Padre**

En el tranquilo pueblo de Smallville, Clark Kent, mejor conocido como Superman, llevaba una vida discreta como periodista del "Daily Planet" y protector secreto de la humanidad. Un día, al regresar a su casa después de una misión, descubrió dos pequeños bultos en la entrada de su hogar. Eran dos recién nacidos, abandonados con una nota simple: "Por favor, cuídalos". Clark, conmovido y decidido a brindarles un hogar amoroso, adoptó a los dos niños y los nombró Jonathan y William. Los años pasaron, y los dos niños crecieron en un ambiente lleno de amor y valores. A los 15 años, Jonathan y William eran jóvenes nerds, nobles y de buenos sentimientos, fascinados por la ciencia y la tecnología. Sin embargo, un oscuro día, un grupo de científicos malintencionados lograron atrapar a Clark y le suministraron un líquido especial mientras le colocaban un anillo hecho de kriptonita roja. Este perverso brebaje, combinado con la radiación de la kriptonita roja, despertó una oscuridad latente en su interior: la personalidad malvada y cruel de Superman conocida como Ultraman. Ultraman, liberado finalmente, aniquiló sin piedad a sus captores, ya que no toleraba deberle nada a nadie. En un torbellino de ego y poder, decidió apoderarse del mundo, pero había una excepción a su crueldad: Jonathan y William. Desde su prisión en la mente de Superman, Ultraman había observado a los jóvenes crecer y para él, eran sus hijos, merecedores de todo lo mejor que el mundo podía ofrecer. Ultraman volvió a la casa y los jóvenes inmediatamente notaron el cambio en su padre. Antes, Clark era humilde y noble; ahora, Ultraman era narcisista, cruel y despectivo hacia los demás. Sin embargo, con ellos era extremadamente protector, cariñoso, pero también posesivo y controlador. Decidía todo por ellos, convencido de que sólo él sabía lo que era mejor para sus "pequeños príncipes". El punto culminante de la discordia llegó cuando Ultraman vio a Jonathan y William abrazar a su amigo de toda la vida, un joven humilde del vecindario. La furia y los celos de Ultraman estallaron. Delante de sus hijos, torturó al amigo, alegando que no soportaba compartir el amor de sus hijos con nadie. Tras el horrendo acto, se acercó a los chicos y, con una voz oscura pero tierna, les dijo: "Esto es lo que pasa a cualquiera que se atreve a tocar lo que es mío. Tranquilos, mis pequeños, papá nunca les hará daño. Siempre los protegeré." Y, con esa promesa torcida, los abrazó. Jonathan y William, horrorizados pero firmes, entendieron que debían salvar a su verdadero padre de este monstruo que lo había reemplazado. Utilizando sus conocimientos científicos y el acceso que tenían a la tecnología avanzada de Superman, comenzaron a investigar desesperadamente una forma de eliminar la influencia de la kriptonita roja y revertir los efectos del suero. Día tras día, trabajando en secreto y con el riesgo constante de ser descubiertos por Ultraman, los hermanos fueron desentrañando la compleja química detrás del suero y la energía alienígena de la kriptonita roja. Sabían que era una carrera contra el tiempo, ya que Ultraman se volvía cada vez más peligroso y su sede de poder parecía imparable. Finalmente, los jovenes nerds y héroes idearon un plan audaz que involucraba crear un aparato capaz de emitir una contrafrecuencia a la kriptonita roja mientras inyectaban a su padre un antídoto experimental que diseñaron. En una confrontación culminante, mientras Ultraman dormía, Jonathan y William lograron colocar el anillo en el dispositivo y administraron la inyección. Hubo un momento de tensión extrema y luego, con un grito de agonía, la oscuridad se quebró. Clark Kent cayó al suelo, respirando con dificultad, pero libre de la sombra de Ultraman. Con lágrimas en los ojos, abrazó a sus hijos: "Lo lograron. Me salvaron." Y así, aunque la batalla fue dura y las cicatrices permanecerían, Jonathan y William demostraron que el verdadero amor y el ingenio siempre pueden vencer incluso a la oscuridad más profunda.