**Travesía de Redención: De la Opresión a la Libertad**

Había una vez en la luminosa y bulliciosa ciudad de Los Ángeles, un hombre llamado Christian de la Campa, un actor y modelo de renombre, cuya presencia robusta y atractiva iluminaba cada lugar que visitaba. Sin embargo, detrás de su fachada encantadora, se escondía un ego insaciable y un carácter narcisista. Su mundo cambió abruptamente el día que su querida esposa perdió la vida al dar a luz a su hijo, Josué. En su lecho de muerte, Christian le juró a su esposa que cuidaría y amaría a su hijo con todas sus fuerzas. Pero, como muchos juramentos hechos en momentos de angustia, pronto se desvaneció en la bruma de sus propias inseguridades y resentimientos. Los años pasaron, y lejos de cumplir su promesa, Christian volcó su frustración y amargura en el pequeño Josué. Angustiado y frágil, el niño creció bajo la mirada crítica de su padre, quien lo despreciaba por ser un nerd, por ser débil y, a sus ojos, insignificante. Josué, quien desde muy joven mostró una gran inclinación por el conocimiento y la ciencia, soportó en silencio el peso del odio paternal. Cada palabra de desprecio, cada gesto de desaprobación, se sumaban a la carga diaria del bullying que sufría en la preparatoria. Finalmente, Josué, cansado de tanto sufrimiento, decidió tomar cartas en el asunto. En secreto, comenzó el proceso de emancipación, una decisión tan audaz como desesperada. Sorprendentemente, logró que Christian le firmara los documentos sin siquiera leerlos, incapaz de imaginar que su hijo, al que consideraba débil, pudiera ejecutar un plan tan elaborado. Cierto día, Josué llevó a cabo la fase final de su plan. Tomó un medicamento que simulaba la muerte y contrató a un grupo especializado para orquestar la escena perfecta. Cuando Christian descubrió el cuerpo aparentemente sin vida de su hijo junto a una nota y un frasco de pastillas, sintió el peso abrumador de la culpa y el arrepentimiento. Abrazó el cuerpo inerte de Josué, llorando y gritando por su insensatez, culpándose por haberlo perdido. La funeraria, en realidad parte del plan de Josué, llegó poco después para llevarse el supuesto cadáver. Christian intentó desesperadamente impedir que se lo llevaran, queriendo enterrarlo en la cripta familiar, pero los hombres le arrebataron el cuerpo, cumpliendo el deseo de Josué de ser "cremado". Mientras tanto, Josué fue transportado a otro país, donde comenzaría una nueva vida lejos del tormento de su padre. Meses después, la culpabilidad consumió por completo a Christian. En su mente, el peso de haber causado la muerte de su hijo lo llevó a la desesperación y la locura, resultando en su internamiento en un manicomio. En su celda acolchada, Christian gritaba incesantemente por su hijo, clamando verlo una vez más, diciendo que Josué lo estaba esperando para jugar. Los doctores y enfermeras lo miraban con lástima, sabiendo que el peso de una mente rota es el peor de los castigos. Josué, en su nueva vida, prosperaba como nunca antes, recordando a su madre y prometiéndose ser fuerte por ella. Y así, se cumplía el dicho: "No sabes lo que tienes hasta que lo pierdes". Christian pagó el precio de su egoísmo y crueldad, mientras Josué finalmente encontraba la paz y la felicidad que tanto merecía.