**Tragedia de Christian de la Campa**

La Historia de Christian y sus Hijos: Amor y Remordimiento En la gran ciudad, vivía Christian de la Campa, un hombre atractivo y musculoso, conocido no solo por su carrera como actor y modelo, sino también por su arrogancia y narcisismo. Todos lo admiraban por su físico perfecto y su vida de lujos, pero pocos conocían la verdad detrás de las puertas de su mansión. Christian tenía dos hijos: Claudio, su orgullo de 18 años, y Luis, de 16. Claudio era el espejo de su padre en todos los aspectos: el chico más popular, quarterback del equipo de fútbol americano en una prestigiosa preparatoria llena de jóvenes ricos. Todos querían ser como él. En contraste, Luis era todo lo opuesto a su padre y a su hermano. Noble, humilde, con un corazón de oro, un nerd que disfrutaba de la lectura y de pasar tiempo en soledad estudiando el cosmos. Para Christian, Luis era insignificante y una vergüenza, al punto de negar su parentesco y afirmar que era solo un ahijado abandonado en su puerta. En la preparatoria, Claudio seguía el ejemplo de su padre, utilizando la popularidad y fuerza para humillar no solo a otros compañeros, sino también a su propio hermano. Luis, tranquilo y pacífico, soportaba en silencio las burlas y el bullying, mientras sufría una enfermedad cardíaca en secreto. Sabía que necesitaba un trasplante de corazón, pero prefería sufrir en silencio, esperando el día en que finalmente descansara en paz. Un día, cansado de tanto dolor y sin esperanza de recibir afecto en su hogar, Luis decidió dejar la mansión para pasar sus últimos días en paz. Con las maletas en mano, se disponía a partir cuando Christian y Claudio lo confrontaron. —Tú no te vas a ir de aquí —le dijo Christian con desdén—. Eres muy insignificante, tu lugar es en la cocina. —Me iré de este infierno —respondió Luis con firmeza—. Adiós. La furia se reflejó en los ojos de padre e hijo, quienes lo sujetaron con fuerza. Luis, desesperado, gritó que lo soltaran. Pero el forcejeo terminó de la peor manera: ambos lo arrojaron por el balcón de las escaleras. El cuerpo de Luis cayó varios metros antes de impactar contra el suelo. Al ver lo que habían hecho, el remordimiento y la culpa los golpearon como nunca antes. Corrieron hacia el primer piso, levantaron a Luis y lo llevaron rápidamente al hospital. Los médicos hicieron todo lo posible, pero la caída había agravado su ya delicada condición cardíaca. Luis estaba agonizando. —Quiero verlos —susurró Luis con su último aliento. Christian y Claudio entraron a la habitación. Con la voz débil pero clara, Luis dijo: —No les guardo rencor… quiero descansar en paz… los perdono. Christian, con lágrimas en los ojos, se arrodilló junto a la cama de su hijo. —Perdóname, hijo —rogó—. Soy demasiado rico, mi dinero puede pagar lo que sea para que vivas. Por favor, resiste. Claudio también, entre sollozos, pidió perdón a su hermano. —Perdóname, Luis. Por favor, resiste… Con una sonrisa tenue y ojos llenos de paz, Luis cerró los ojos para siempre. En ese instante, el dolor desgarrador de la pérdida hizo que Christian y Claudio gritaran de desesperación. Días después, el entierro se llevó a cabo en la mansión. Christian, con una flor en mano, se arrodilló frente a la tumba de su hijo. —Perdóname por no ser un buen padre —susurró entre lágrimas—. Ahora que no te tengo, sufro porque no podré reparar el daño. Claudio también se despidió con profundo dolor. El tiempo pasó, pero la culpa y el remordimiento no los dejaron en paz. Sus mentes, atrapadas en el recuerdo de Luis, empezaron a jugarles malas pasadas. Imaginaban que Luis seguía vivo y que los tres hacían actividades en familia. La mansión, otrora símbolo de lujo y poder, se convirtió en una prisión llena de fantasmas y recuerdos dolorosos. Así, Christian y Claudio vivieron el resto de sus días atormentados por sus errores, recordando siempre al joven noble y humilde que nunca apreciaron hasta que fue demasiado tarde.