Título: "Ecos de Oscuridad: El Vampiro, su Hijo y el Lamento de una Eternidad Perdida"

Había una vez un vampiro llamado Damian, que a pesar de tener 230 años, aparentaba la juventud eterna de un adolescente de 18. Su físico era imponente: musculoso, atractivo, y con un aire de superioridad que lo hacía destacar donde fuera. Damian no era solo ególatra, sino que su narcisismo estaba a otro nivel. Todo en él irradiaba perfección exterior, pero su interior estaba sumido en la oscuridad. Damian poseía un medallón dorado, un artefacto místico que le permitía caminar bajo la luz del día. Quería pasar desapercibido y evitar sospechas, así que decidió integrarse en una preparatoria de élite, donde adolescentes ricos y mimados hacían de ese lugar un hervidero de egos y apariencias. Allí, Damian rápidamente se convirtió en el rey indiscutido. Los elogios y la adulación de sus compañeros alimentaban su ego inagotable. Sin embargo, Damian ocultaba un oscuro secreto. Diecisiete años atrás, había tenido una relación pasajera con una humana, Clara. A raíz de su unión, ella quedó embarazada y dio a luz a un niño. Temiendo que Clara divulgara su verdadera naturaleza, Damian la raptó y la convirtió en una sirvienta. A su hijo, Alex, siempre lo presentó como un huérfano y su ahijado, aunque en la intimidad de su hogar, la crueldad de Damian no tenía límites. El vampiro le daba una educación impecable, pero le negaba todo afecto y cariño paternal. Los años pasaron, y Alex creció en medio de abusos y sufrimiento. A los 16 años, el joven era flaco, introvertido y llamaba la atención por sus brillantes calificaciones, lo cual solo le generaba más problemas. En la preparatoria, Damian no perdía oportunidad de hacerle bullying, acompañado siempre por su séquito de chicos populares que desconocían la verdadera naturaleza de su líder. Un fatídico día, en medio del constante acoso, Alex finalmente estalló. Exhausto y sin temor, se plantó ante Damian y le dijo: "Déjame en paz, padre. No pienso darte más mis apuntes. Si quieres matarme, hazlo. Ya no te temo". Sus palabras resonaron con la fuerza de su desesperación. Damian, enfurecido y cegado por su orgullo herido, arremetió contra el joven. Lo alcanzó y, en medio de la pelea, Alex tropezó y chocó contra el vitral de un balcón del tercer piso, cayendo al suelo y golpeándose la cabeza. La sangre comenzó a correr, y por primera vez en su vida inmortal, Damian sintió culpa y remordimiento. Desesperado, tomó a Alex en sus brazos y, sin prestar atención a los gritos de "asesino" de los curiosos, corrió hacia el hospital más cercano. Allí, rogó y suplicó para que salvaran al joven. Los médicos hicieron todo lo posible y lo llevaron a cuidados intensivos, pensando que el vampiro y el joven eran hermanos. Damian entró a la sala de cuidados intensivos, observando a Alex conectado a cables y máquinas, luchando por su vida. Con voz temblorosa, le dijo: "No permitiré que te mueras. Si tengo que convertirte, lo haré". Pero Alex, apenas consciente, replicó con las pocas fuerzas que le quedaban: "¿Por qué lo harías? Siempre me viste como un estorbo y una escoria. Nunca tuve un padre, y así será siempre. En mis primeros años llamaba tu atención y nunca me la prestaste. No quiero irme odiándote. Te perdono, padre. Adiós". El color abandonó el rostro de Alex y, justo cuando Damian se preparaba para morderlo y convertirlo, los signos vitales del joven cesaron. Alex había muerto. El vampiro gritó de desesperación, abrazando el cuerpo sin vida de su hijo y lamentando su muerte con un dolor desconocido para él. Tres días después, Alex fue sepultado en el mausoleo familiar. Clara, su madre, aprovechó el caos para huir y cumplir la promesa que le había hecho a su hijo: empezar una nueva vida lejos de Damian. En tanto, el vampiro se quedó solo, sumido en una oscuridad aún más profunda que la de su propia naturaleza. La culpa y el remordimiento se apoderaron de él. Entraba frecuentemente a la antigua habitación de Alex, tocando sus cosas y recordando cada momento que desperdició. "Estoy pagando todo el daño que hice. Lamento y me arrepiento de no haberte amado, hijo. Pronto nos reuniremos. Esta noche, me clavaré la estaca y mi ataúd estará cerca al tuyo. Ya nos reuniremos". Y así, en una noche oscura y llena de tormentos, Damian decidió poner fin a su existencia inmortal, esperando redimirse y reunirse con su hijo en la eternidad.