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Question: Escriba una historia en la que un hombre atractivo,musculoso,egolatra, narcisista y multimillonario de 35 años, al morir su esposa a dar a luz a su unico hijo cuando el tenia 21 años,este hombre en vez de atender a su hijo paso su tiempo haciendo negocios y teniendo muchas amantes, fuera de eso este hombre era cruel,arrogante y bully de su propio hijo por ser su hijo debil,un nerd y un perdedor a sus ojos. Este hombre desconocia que su hijo de 14 años padecia de una enfermedad terminal y le quedaba poco tiempo de vida. Un dia el joven quiso dejar ese infierno en donde vivia, al hacerlo se enfrento a su padre en una fuerte discusion, esa discusion genero que al joven le diera una crisis,esa crisis fue tan fuerte que el joven perdio el conocimiento, por primera vez este hombre a ver a si a su hijo, sintio culpa y remordimiento y lo llevo al hospital, en el hospital se entero de la enfermedad terminal del joven , al enterarse la culpa y el remordimiento lo dominaron.Este hombre le pidio perdon a su hijo, el joven como no era rencoroso lo perdono, pasaron 3 semanas despues y mientras los dos estaban en un dia de campo, el joven tuvo una fuerte crisis y murio, el hombre al ver a su hijo muerto grito no, no hijo por favor no te vayas perdoname, pero el joven ya estaba muerto, al perder a su hijo este hombre se ahogo en la locura,imaginaba que su hijo estaba vivo,su locura era tal que en su oficina tenia un muñeco al que le hablaba y le decia deja termino esto del trabajo y nos vamos a pasar tiempo padre e hijo,todos sus empleados le tenian miedo porque si decian que el estaba loco y que su hijo murio se ponia peligroso y violento.
Enrique Tomás Beleño, un hombre atractivo, musculoso y multimillonario de 35 años, dueño de un imperio empresarial, caminaba por su lujosa mansión rodeado de recuerdos distantes. Su esposa había fallecido al dar a luz a su único hijo, Alejandro, cuando Enrique tenía apenas 21 años. Desde entonces, en vez de volcar su amor y atención en su hijo, se dedicó obsesivamente a expandir sus negocios y a rodearse de amantes, adquiriendo una reputación de hombre cruel, ególatra y narcisista. Alejandro, a sus 14 años, era todo lo contrario a lo que Enrique esperaba de un hijo. Delicado, introvertido y con un intelecto brillante, se refugiaba en libros y computadoras, características que solo fomentaban el desprecio de su padre. Enrique lo castigaba con palabras duras, llamándolo débil y perdedor, sin saber que Alejandro padecía de una enfermedad terminal. Un día, harto de los constantes maltratos y decidido a escapar de aquel infierno, Alejandro enfrentó a su padre en una feroz discusión. En medio del conflicto, el estrés provocó una crisis en Alejandro, quien se desplomó inconsciente. Por primera vez, Enrique se sintió dominado por la culpa y el remordimiento. Desesperado, lo llevó al hospital, donde los médicos le revelaron la terrible verdad sobre la enfermedad terminal de su hijo. Devastado y consumido por la culpa, Enrique pidió perdón a Alejandro. Aunque dolido, Alejandro, con un corazón noble y sin rencores, decidió perdonar a su padre. Durante las tres semanas siguientes, Enrique se dedicó a cuidar y pasar tiempo con su hijo, tratando de enmendar todas las faltas del pasado. En un tibio día de campo, mientras disfrutaban de un recreo que intentaba ser normal entre padre e hijo, Alejandro fue golpeado por una nueva y mortal crisis. Con un grito desgarrador, Enrique clamaba: “No, hijo, por favor, no te vayas. Perdóname”. Pero ya era demasiado tarde; Alejandro había exhalado su último suspiro. La pérdida de su hijo quebró finalmente la frágil cordura de Enrique. Negado a aceptar la realidad, se aferró a la ilusión de que Alejandro seguía vivo. En su lujosa oficina, colocó un muñeco en donde había sido el escritorio de su hijo. Todas las noches, hablaba con esa marioneta como si fuera Alejandro, prometiéndole que pronto terminarían el trabajo para pasar tiempo juntos. La locura lo atrajo hasta sumergirse en un estado delirante. Los empleados de Enrique vivían aterrorizados, conscientes de su volátil comportamiento. Mencionar la verdad —que Alejandro había muerto— desencadenaba su furia. La imagen del poderoso magnate poco a poco se eclipsó bajo la sombra de un hombre consumido por el dolor y la demencia, mostrando que, a veces, el verdadero castigo no reside en los actos cometidos, sino en la incapacidad de redimirse a tiempo para evitar las consecuencias de aquellos actos.
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