"The Prince's Heart: The Lonely Life of a Son of Lucifer"

En una noche oscura, después de una jornada intensa en el Lux, Lucifer Morningstar se dirigía hacia su penthouse. Habitualmente, las calles eran suyas, silenciosas y vacías a esas horas, pero esa noche algo era diferente. Un llanto suave y desesperado perforó la serenidad de la noche, atrayendo la atención de Lucifer, quien siguió el sonido hasta un pequeño bulto envuelto en mantas, abandonado en un callejón. Inclinándose para recoger al bebé, Lucifer, el Señor del Infierno, no pudo evitar sentirse embargado por una inusual paz. Algo en la vulnerabilidad de la criatura lo conmovió profundamente, y antes de darse cuenta, había decidido adoptarlo. El nombre del pequeño sería Damien. Los años pasaron rápidamente, y Lucifer, aunque conocido por su naturaleza egocéntrica y egoísta, dedicó cada momento a criar a su hijo, llenándolo de amor y protección. Cuando Damien cumplió dos años, Lucifer lo coronó como el príncipe del Infierno, su sucesor legítimo. Había cambiado profundamente; su amor por Damien era más fuerte que cualquier pasión, cualquier deseo. Sin embargo, esta devoción trajo consigo una terrible posesividad y celos. Lucifer no permitía que nadie más afectara el corazón de Damien. Sus intentos de amistad siempre eran truncados de manera misteriosa; parecía que nadie quería estar cerca del hijo del Diablo. Lo que Damien no sabía era que su padre intervenía activamente, amenazando, torturando e incluso asesinando a cualquier persona que se atreviera a acercarse a su hijo. Cuando Damien cumplió quince años, sintió el peso de la soledad a pesar del amor de su padre. Sus únicos amigos eran espectros y demonios del inframundo, seres incapaces de ofrecerle la compañía que anhelaba. Sin embargo, un día, Damien presentó a Lucifer a una persona única, su primer pretendiente, alguien que había logrado evadir la densa red de vigilancia de Lucifer. Lucifer, a pesar de su ira y celos iniciales, vio el amor y la felicidad en los ojos de Damien y decidió actuar con precaución. Convocó al pretendiente a una conversación privada, en el oscuro y majestuoso trono del Infierno. "Escúchame bien," dijo Lucifer, con una calma amenazante. "Si mi hijo derrama una sola lágrima por ti, o si tú lo engañas y tienes una relación con otra persona, desearás morir. Te torturaré de maneras inimaginables. Nadie rompe el corazón del hijo de Lucifer sin sufrir las consecuencias." El joven pretendiente temblaba, pero Lucifer no había terminado. "Te vigilaré. Más te vale cuidarte. Y una cosa más: no te atrevas a decirle nada a mi hijo sobre esta conversación. Si lo haces, tus peores pesadillas se convertirán en una dulce melodía comparada con lo que te haré." Con estas palabras, Lucifer selló el destino del pretendiente y su relación con Damien. La amenaza de su vigilancia constante colgaba sobre ellos como una sombra perpetua. Aunque Damien continuó sintiéndose amado por su padre, una nueva capa de oscuridad corrompió la pureza de sus jóvenes emociones. El vínculo prendado entre padre e hijo estaba destinado a ser tan bello como tormentoso, una lucha constante entre el deseo de libertad de Damien y la inquebrantable posesión de Lucifer. Pero en el centro de esa tormenta, el amor seguía brillando con una intensidad cegadora, una llama eterna en el corazón del Infierno.