The Prince of Shadows: Lucifer's Son

Había una vez un joven nerd llamado Tomás de 14 años que vivía en su propio mundo de libros, videojuegos y sueños. La vida no había sido amable con él; su apariencia era ordinaria, más bien fea y su cuerpo era menudo y débil. Para colmo, Tomás era huérfano, lo cual le convertía en el blanco perfecto de los bullies de la escuela. La soledad y las lágrimas lo acompañaban cada noche antes de dormir. Una noche, mientras observaba las estrellas desde la ventana rota de su pequeño cuarto, vio una estrella fugaz surcando el cielo. Cerrando los ojos y con todo su ser, Tomás deseó tener un padre que lo protegiera, alguien poderoso y amoroso que lo defendiera del mundo que tanto lo hacía sufrir. Apenas sus labios terminaron de formular el deseo, su entorno comenzó a cambiar. Despertó en un apartamento lujoso, con muebles elegantes y una vista impresionante de la ciudad. Confundido, Tomás salió de la habitación y encontró a un hombre alto, de aspecto impecable y una aura que exudaba seguridad y misterio. Ese hombre no era otro que Lucifer Morningstar, el rey del infierno, que ahora se encontraba viviendo en la Tierra como su padre. —Buenos días, hijo —dijo Lucifer con una sonrisa—. Soy tu padre, y a partir de ahora no permitiré que nadie te haga daño. En los días siguientes, Lucifer demostró ser un padre amoroso y protector. Su naturaleza egocéntrica y posesiva se manifestaba en su deseo de tener a su "pequeño príncipe" solo para él. Aunque Tomás no estaba al tanto de la verdadera identidad de Lucifer ni de su bar, el club nocturno Lux, sentía un amor paternal que nunca antes había experimentado. A medida que pasaba el tiempo, Lucifer desplegó un ejército de demonios cuyo cometido era vigilar cada paso de Tomás. Su misión principal era asegurarse de que ningún humano se atreviera a acercarse a él amorosamente. Aquel que lo intentara, primero recibiría advertencias escalofriantes. Si esas no eran suficientes, caían en las garras de torturas inimaginables hasta perder la vida. Lucifer no estaba dispuesto a permitir que otra persona se ganara el corazón de su pequeño príncipe. Un día, un joven llamado Marco, compañero de clase de Tomás, comenzó a mostrar interés en él. Los demonios, rápidos en informar a Lucifer, se aseguraron de enviar múltiples advertencias. Marco, valiente y determinado, las ignoró y continuó tratando de acercarse a Tomás. Durante una ocasión en que Marco le confesó sus sentimientos a Tomás, un grupo de demonios apareció en la escena. Lucifer, al enterarse de esto, sabía que debía intervenir personalmente. Haciendo acto de presencia con una mirada glacial, encendió un fuego invisible que solo Marco podía sentir, llenándolo de un dolor tan intenso que apenas podía mantenerse en pie. —Nadie toca a mi hijo sin mi permiso —dijo Lucifer con una voz que resonaba como mil tormentas—. A partir de hoy, vivirás para siempre con el tormento de haberlo intentado. El joven Marco, aterrado y enloquecido, dejó de intentar acercarse a Tomás quien, aunque no entendía completamente lo que había ocurrido, sintió una profunda tristeza al perder una amistad potencial. A cada paso Tomás sentía la sombra protectora, pero posesiva de Lucifer siempre detrás de él. A lo largo de los años, Tomás creció bajo la sombra amorosa y celosa de su padre. Lucifer veía en su hijo al único ser que jamás traicionaría su amor. Sin embargo, Tomás empezó a cuestionarse el precio de esa protección, sintiendo cada vez más el peso de una vida donde el amor de los demás nunca sería realmente libre. En su obstinación y devoción, Lucifer no se dio cuenta de que su posesividad podía terminar creando una barrera entre él y el corazón de su hijo. En su intento de ser el único faro en la vida de Tomás, fue cegándose a la verdad: el amor no puede ser forzado ni monopolizado, incluso si tiene el poder del infierno de su lado.