The Prince of Hell-1

Era una noche como cualquier otra en Los Ángeles y Lucifer Morningstar, dueño del famoso bar Lux, caminaba por las calles tras cerrar su establecimiento. La brisa nocturna acariciaba su rostro mientras se sumergía en sus pensamientos egocéntricos y placeres diarios. De repente, un sollozo suave y desesperado rompió el silencio. Aviadas sus eternas habilidades, Lucifer siguió el sonido hasta un callejón oscuro donde, para su sorpresa, encontró un pequeño paquete envuelto en mantas sucias: un bebé recién nacido, abandonado y desamparado. Lucifer, intrigado y algo conmovido, tomó al bebé en sus brazos. Al mirarlo, sintió una inesperada paz extenderse por su ser, algo que no había experimentado en milenios de existencia. Decidido, se llevó al bebé a su apartamento en Lux y, con el tiempo, ese pequeño ser cambió su vida para siempre. Lucifer no tardó en tomar una decisión drástica e inusual: adoptó al bebé y lo llamó Michael. Durante los años siguientes, Lucifer se dedicó a su hijo con un amor feroz y protector. Su naturaleza posesiva y celosa se intensificó, y no permitía que nadie más compartiera el corazón de su pequeño príncipe. Cuando Michael cumplió dos años, Lucifer organizó una ceremonia peculiar y secreta en los confines del Infierno, donde coronó a su hijo como príncipe y su sucesor. Este gesto selló el destino de Michael, quien creció entre los lujos y la seguridad que solo Lucifer podía ofrecer. Sin embargo, a medida que Michael se hacía adolescente, la presión y la soledad comenzaban a asfixiarlo. Para los quince años, Michael había intentado hacer amigos y vivir una vida un tanto normal, pero aquellos que se acercaban a él terminaban desapareciendo misteriosamente o alejándose, temerosos. Lucifer se aseguraba de que nadie interfiriera en su relación única y exclusiva con su hijo. Para él, Michael era como una posesión y un tesoro que no iba a compartir. Un día, Michael, lleno de nerviosismo y esperanza, llevó a casa a un joven llamado Gabriel, el único que había logrado mantenerse cerca de él sin espantarse. Mientras Michael presentaba a su nuevo amigo a Lucifer, este último decidió hablar con Gabriel en privado. En una conversación cargada de advertencias y amenazas veladas, Lucifer dejó claro que cualquier traición o herida hacia Michael resultaría en tormentos inimaginables. —Escúchame bien, —le susurró Lucifer, mientras sus ojos brillaban con el fuego del Infierno— si mi hijo derrama una sola lágrima por ti, o si lo engañas, desearás nunca haber nacido. Te torturaré de maneras que ni siquiera puedes imaginar. Nadie, y digo nadie, le rompe el corazón al hijo de Lucifer sin sufrir las consecuencias. Te vigilaré. Cuídate. Y no te atrevas a decirle nada de esta conversación. Gabriel, pálido y tembloroso, asintió silenciosamente antes de salir apresuradamente de la habitación. Lucifer se quedó mirando la puerta cerrada, preguntándose si había hecho lo correcto para proteger a su hijo, pero sin darse cuenta del dolor y el aislamiento que su propia sobreprotección estaba causando. Michael, ajeno a la sombría conversación, continuó esperando que algún día podría tener una vida más llena y menos solitaria, sin saber que el amor de su padre, aunque inmenso, también era su mayor prisión.