The Possession Spell: Love and Shadows in the Ego Mansion

**El Precio del Amor Egoísta** En la ciudad de Nueva York, un hombre llamado Alexander Cross lo tenía todo: era un multimillonario atractivo, musculoso y de 35 años con una interminable lista de amantes. Pero detrás de su apariencia perfecta, Alexander era cruel, arrogante y egocéntrico, especialmente hacia su hijo, Ethan. A los 21 años, Alexander había perdido a su esposa durante el parto de Ethan y desde entonces se había sumido en el mundo de los negocios, descuidando a su hijo y enfocándose solo en su propia satisfacción. Ethan, de 14 años, era lo opuesto a su padre. Era delgado, inteligente y sensible, y pasaba la mayor parte del tiempo en su habitación, rodeado de libros y proyectos de ciencia. Desde pequeño, su padre lo había tratado con desprecio, considerándolo un nerd y un perdedor. Ethan sufría en silencio, pues, además del maltrato de su padre, padecía una enfermedad terminal que lo iba consumiendo lentamente y era desconocida para Alexander. Una tarde, el estrés y la tristeza se hicieron insoportables para Ethan, y decidió confrontar a su padre. La discusión fue intensa; las palabras hirientes de Alexander provocaron una crisis en el débil cuerpo de Ethan, quien perdió el conocimiento. Por primera vez, Alexander sintió una punzada de culpa y remordimiento. Llevó rápidamente a su hijo al hospital, donde se enteró de la gravedad de la enfermedad de Ethan. Aquella noticia lo destrozó. Impulsado por la culpa, Alexander pidió perdón a su hijo. Ethan, en su bondad innata, lo perdonó sin rencor. Pasaron tres semanas juntos, reconstruyendo lo que quedaba de su relación. Un día, decidieron pasar un día de campo en un intento desesperado de encontrar la felicidad. Durante esa salida, Ethan tuvo otra fuerte crisis. Alexander lo llevó rápidamente de vuelta a su mansión, rogándole que no muriera, dispuesto a hacer cualquier cosa para salvar a su hijo. Desesperado, Alexander pronunció las palabras que cambiarían su vida para siempre: "Vendería mi alma y cualquier cosa para que mi hijo sobreviva y me ame." En ese instante, Satanás se materializó ante él. —¿Cualquier cosa? —preguntó Satanás, esbozando una sonrisa siniestra. Alexander, lleno de desesperación, asintió. —Tu hijo vivirá y nada malo le sucederá, pero a cambio tú serás mi instrumento. Serás el Anticristo y realizarás grandes planes y cambios. Tú y yo seremos uno. No conocerás sentimientos patéticos como la caridad, la humildad ni el amor. Solo te importará dominar el mundo. Ethan será el único ser vivo a quien amarás, pero será un amor egoísta, como el nuestro. No desearás compartirlo con nadie y matarás a quien se atreva a acercarse a él. ¿Aceptas este trato? Alexander, sin dudar, aceptó. En ese momento, el mal encarnó en él. Al verse en el espejo, supo que el mundo sería suyo y de su hijo. Al ver a Ethan dormido y curado, lo abrazó y susurró: —Cumplí mi promesa, pequeño. Vivirás. Ahora haré grandes planes para que dominemos el mundo. Dormid, mi pequeño, ahora dedicaré todo mi tiempo a ti. Mientras vigilaba a su hijo descansar, Alexander notó una carta sin abrir sobre la mesa. Al leerla, descubrió que era una declaración de amor hacia Ethan. La ira y los celos lo consumieron. Quemó la carta, pero no sin antes averiguar quién la había escrito. Esa noche, su amor egoísta lo llevó a asesinar a sangre fría al autor de la carta. —Esto te lo buscaste por intentar quitarme lo que es mío. Mi hijo es mío y solo mío, y mataré a quien desee quitármelo —dijo Alexander, con una frialdad que nunca había sentido antes. Alexander se había convertido en el Anticristo, un ser dominado por el mal y por un amor tan enfermo que lo impulsaba a eliminar cualquier amenaza contra su posesivo cariño hacia su hijo. La tragedia y el horror apenas comenzaban, pues un nuevo reinado de oscuridad y poder se alzaba con Alexander y Ethan como sus principales protagonistas.