The Last Note of a Corrupt Heart

**El Hijo del Coronel** Mayo de 1945. La guerra había terminado, y la caída del Tercer Reich trajo consigo la apertura de innumerables heridas y la búsqueda de justicia por los crímenes atroces cometidos. En un tribunal internacional, un coronel nazi sumamente atractivo de 32 años esperaba su juicio. Los cargos en su contra eran numerosos y terribles: genocidio, tortura y esclavitud. Pero uno de los cargos fue particularmente asombroso: haber mantenido cautivo en su propia casa a un joven de 15 años, un judío, durante los últimos seis años. Cuando el juez le preguntó cómo se declaraba, el coronel se levantó con una mirada desafiante y respondió de forma cruel y sin arrepentimiento: "Es cierto, yo cometí esos crímenes y no me arrepiento de nada. En cuanto al joven, no estaba secuestrado. Él está en nuestra casa porque es mi hijo. Lo escucharon bien, es el único judío que para mí merece vivir." El tribunal quedó en silencio, atónito ante la declaración. Mientras tanto, en una sala adjunta, el joven judío de 15 años observaba a través de una ventana, esperando que la justicia se hiciera. Pero las palabras de su padre lo hicieron temblar por dentro. Decidido, pidió hablar con el coronel. El muchacho se aproximó al estrado y, con lágrimas en los ojos, le preguntó: "¿Por qué mataste a todos esos inocentes? Aunque lo niegues, son judíos como yo. ¿Me habrías matado también solo por ser judío?" El coronel lo miró fijamente y contestó: "A ti nunca te lastimaría. Eres mi hijo, no eres igual que esos judíos. Tú eres la excepción. Ahora ven y abrázame. Si voy a morir, quiero irme con un abrazo." El joven se negó a moverse. Estaba profundamente herido y, aunque compartían sangre, no podía reconciliar el amor filial con los horrores que su padre había cometido. El tribunal intervino rápidamente. El joven fue retirado del tribunal bajo la protección del ejército y se le dijo al coronel: "No se preocupe, estará en otro hogar y tendrá otra madre y otro padre." Esa noche, el coronel, aprovechando la confusión, golpeó violentamente al policía que lo custodiaba y robó su uniforme para escapar. Su determinación lo llevó a un albergue donde el joven estaba alojado temporalmente. Entró sigilosamente y encontró a su hijo. "Ahora vamonos, comenzaremos una nueva vida," le dijo con una voz cargada de resolución. El joven, asustado y confundido, respondió: "No puedo irme y ser un prófugo, papá. Por favor, entrégate." "Eso nunca," replicó el coronel con frialdad. Y antes de que el joven pudiera oponer más resistencia, lo noqueó suavemente y lo llevó consigo. Con falsos documentos y un barco a su disposición, el coronel y su hijo llegaron a los Estados Unidos, donde intentaron desaparecer en el anonimato. Pero las cicatrices de la guerra y los horrores del pasado nunca desaparecen completamente. El joven, aunque a salvo físicamente, llevaba el peso de una verdad insoportable y la constante lucha de vivir entre el amor por un padre y el repudio de sus acciones. La huida del coronel no fue eterna. A medida que los años pasaban, los cazadores de nazis no descansaban, y la búsqueda de justicia continuaba inexorablemente. Un día, inevitablemente, las decisiones del pasado volverían a cobrar su precio, como siempre lo hacían, para recordar que, aunque se puede escapar de un lugar, nunca se puede huir de la verdad y la memoria.