The King of Hearts: The Price of Filial Love

Nick Walker era el epítome del fisicoculturista: atractivo, musculoso, egocéntrico y narcisista. A sus 30 años, había construido una imagen pública impecable, pero en su hogar albergaba un secreto que jamás debía salir a la luz. Apenas a sus 16 años durante una relación que duró solo una noche, había tenido un hijo, Alex. A diferencia de su padre, Alex no brillaba por su apariencia física: era débil, enfermizo, nerd y un completo perdedor, al menos así lo veía Nick, para quien el joven representaba una fuente constante de vergüenza y humillación. En el lujoso barrio donde vivían, Nick era un respetado entrenador en una preparatoria exclusiva para jóvenes ricos y privilegiados. Allí, el papel de Nick como padre de Alex era un tabú, mantenido en secreto absoluto. Para Nick, Alex no era más que un estorbo, un error que mantenía oculto mientras proyectaba una imagen de perfección ante el mundo. El infierno de Alex se vivía en dos frentes: en el hogar y en la escuela. En su casa, Nick no desestimaba ninguna ocasión para hacerle bullying, repitiendo ese comportamiento abusivo en la preparatoria donde trabajaba. A diario, Alex soportaba insultos y humillaciones sin descanso. Lo que Nick desconocía era el calvario interno y silencioso de su hijo. Alex sufría de una enfermedad cardíaca grave, desconocida para su padre, que le quitaba día a día la esperanza de vida. En un momento de desesperación, Alex deseaba solo una cosa: ser feliz en los últimos días de su vida, aunque fuera por un instante. Un día, durante una clase de gimnasia, Nick, como de costumbre, se dedicaba a humillar a su hijo frente a los demás estudiantes. Fue ahí cuando Alex, agotado y devastado, se plantó firme y exclamó: "Me iré de este infierno, no puedo seguir conviviendo con monstruos." Estas palabras encendieron la furia de Nick, quien, cegado por la ira y el desprecio, lo golpeó violentamente. El frágil cuerpo de Alex no soportó la agresión. Colapsó, inconsciente y al borde de la muerte. Al verlo tendido e inmóvil, Nick sintió por primera vez un destello de culpa y remordimiento. Un sentimiento nuevo y perturbador lo invadió, algo que jamás había experimentado: miedo por perder a su hijo. Desesperado, Nick llevó a Alex al hospital, donde los médicos le informaron sobre la enfermedad cardíaca de su hijo y la urgente necesidad de un trasplante de corazón. Para Alex, la situación era crítica; había caído en coma, y los médicos preferían desconectarlo. Pero Nick, abrumado por el pesar y arrepentido de su monstruoso comportamiento, se negó rotundamente. No permitiría que su hijo muriera. Determinado a salvar a Alex, Nick contrató a una enfermera y a un cirujano especializado en trasplantes de corazón. Desesperado y dispuesto a todo, se acercó al lecho de su hijo, lo abrazó y le susurró con voz quebrada: "Perdóname, hijo. Lamento haberte hecho tanto daño. No permitiré que mueras, descansa; papá buscará un corazón para ti." Así, cada noche, Nick se adentraba en los rincones más oscuros de la ciudad en busca de jóvenes saludables. Convertido en el "Rey de Corazones", impuso su propia justicia, asesinando a inocentes y arrancándoles el corazón para intentar salvar a su hijo. El cirujano, temeroso por su vida, no tenía más opción que seguir las órdenes del loco fisicoculturista. Mientras lo llamaban "Rey de Corazones" en el bajo mundo, Nick mantenía su fachada impecable ante la sociedad. Su desesperación y amor tóxico hacia Alex lo llevaron a los límites de la locura, haciendo cualquier cosa por salvar la vida de su hijo, sin importar cuántas vidas tuviera que arrebatar. Así, Alex se mantenía en una frágil línea entre la vida y la muerte, mientras su padre se sumergía cada vez más en la oscuridad, dejando un rastro de sangre en su lucha por redimirse y.