The Fall of David Chocarro

David Chocarro tenía todo lo que cualquiera pudiera desear: fama, riqueza y una apariencia envidiable. Pero antes de que su nombre resonara en la industria del entretenimiento, era un hombre diferente, un hombre que había hecho una promesa. Conoció a Eva en la universidad. Ella era todo lo que él no era: humilde, cariñosa y siempre dispuesta a apoyar a quienes amaba, especialmente a él. Ella lo acompañó en su lucha por ingresar al mundo del espectáculo, soportando jornadas largas, audiciones fallidas y días de incertidumbre. Y cuando nació su hijo, Santiago, el amor parecía haberse multiplicado en formas que David nunca había imaginado. Los primeros años de lucha habían sido difíciles pero llenos de esperanza. Eva estuvo a su lado, asegurándose de que David nunca se desviara de su meta. Fue la primera en celebrar cada pequeño triunfo y la primera en consolarlo en las derrotas. Santiago, su pequeño niño, crecía con los mejores valores que su madre podía inculcarle. Sin embargo, cuando la fama finalmente golpeó a su puerta, David comenzó a cambiar. Con cada película, con cada sesión de fotos, su ego crecía desmesuradamente. El hombre humilde y trabajador que Eva había conocido comenzó a desaparecer, reemplazado por alguien dominado por la vanidad y la lujuria. Las ofertas laborales y las admiradoras no tardaron en llegar, y David se dejó seducir por ese mundo brillante pero vacío. Pronto, la distancia con su familia fue palpable. Eva se convirtió en una figura invisible en su vida, relegada a las habitaciones de servicio, obligada a dormir en soledad mientras David disfrutaba de su tiempo con varias mujeres que lo deseaban únicamente por su físico. Santiago, por otro lado, era objeto de desprecio constante por parte de su padre. David no toleraba la debilidad en su hijo, considerándolo un "nerd" insignificante. Con los años, el desprecio se convirtió en la norma. El hombre que había prometido dar todo por su familia se convirtió en su peor enemigo. Sin embargo, el destino tenía sus propias intenciones. Durante una lujosa fiesta que celebraba los 16 años de carrera de David, una de sus muchas amantes, despechada y llena de ira tras descubrir las múltiples infidelidades de David, irrumpió en el lugar con una pistola. El caos se desató rápidamente. Aunque el objetivo era David, la bala terminó hiriendo a Santiago. El dolor y la sorpresa llenaron el ambiente mientras el joven caía al suelo. Por primera vez en años, David sintió una punzada de preocupación genuina. La realidad golpeó como un martillo pesado, removiendo capas de ego y orgullo que lo habían consumido. Eva corrió hacia su hijo, sus lágrimas revelando el profundo dolor y la culpa por no haberlo protegido lo suficiente. David, arrodillado junto a ellos, imploró a su hijo que resistiera, prometiéndole que todo estaría bien. Pero Santiago, con una sorprendente calma y madurez, le dijo a su padre que lo perdonaba. “No quiero irme con odios ni rencores,” murmuró antes de exhalar su último suspiro. El grito de desesperación de David resonó en todo el salón. Eva, con el corazón roto, se acercó a David y le dijo con una furia contenida: "Por tu culpa, nuestro hijo murió. Vete y sigue disfrutando de tu vida con tus amantes, ya no hay nada que me ate a ti. Quiero el divorcio." Eva se fue, dejando a David solo con el cuerpo sin vida de su hijo. El funeral fue un proceso doloroso para todos los presentes. David, sumido en la culpa y el remordimiento, ayudó a cargar el ataúd de Santiago. Cuando el joven fue enterrado, Eva se acercó por última vez a David y le dijo: "Este es nuestro adiós. Espero que te vaya bien en tu vida." David, derrotado, se arrodilló ante ella, rogándole que no lo dejara solo. Sin embargo, Eva, con una mezcla de tristeza y resignación, le respondió con frialdad: "Ya no tenemos un hijo, recuerda que siempre negaste su existencia. Adiós, David." En la soledad de la habitación de Santiago, David se enfrentó a la magnitud de su arrepentimiento. Cada juguete, cada pertenencia de su hijo, era un recordatorio de lo que había perdido. En un arrebato de dolor, David derribó todo, lamentando el tiempo que desperdició. Se quedó dormido abrazando una fotografía de Santiago, llorando hasta perder la conciencia. Con el tiempo, la realidad se tornó demasiado para él. Sumergido en su mundo mental, David imaginó que Santiago aún vivía, creando escenarios donde pasaban tiempo juntos y se redimía a través de esas interacciones ficticias. Pero en el mundo real, David había perdido todo lo que realmente importaba, y la vida que una vez estuvo llena de brillo se apagó para siempre.