The Fall of a Narcissistic Father

Era una tarde oscura y tormentosa en la ciudad de Nueva York. En la opulenta mansión de Robert Graves, un millonario de 35 años conocido por su arrogancia y crueldad, el silencio solo era interrumpido por el zumbido de los negocios telefónicos y la risa efímera de varias amantes. La vida de Robert había sido un constante vaivén de transacciones exitosas y aventuras pasajeras, siempre dejando de lado a su hijo, Lucas, a quien veía como una carga. Lucas había perdido a su madre al nacer, un evento traumático que solo empeoró su relación con su padre. A sus catorce años, Lucas sufría de una enfermedad terminal, un dolor que llevaba en silencio mientras su padre se burlaba y lo trataba con desprecio. Lucas, a pesar de su debilidad física, tenía una mente brillante, llena de intereses y sueños que su padre nunca reconoció. Una fatídica noche, Lucas decidió que ya no podía soportar más el infierno emocional en el que vivía. Se enfrentó a su padre, desatando una discusión violenta que culminó en una crisis para el joven. La intensidad de la pelea fue tal que Lucas cayó inconsciente, y por primera vez, Robert sintió el peso de la culpa y el remordimiento. Desesperado, Robert llevó a su hijo al hospital, donde le revelaron la grave condición de Lucas. Por primera vez, los muros de arrogancia alrededor del corazón de Robert comenzaron a desmoronarse. Al lado de la cama del hospital, con lágrimas en los ojos, pidió perdón a su hijo. Lucas, quien nunca había guardado resentimiento, lo perdonó. Durante las siguientes tres semanas, Robert y Lucas comenzaron a pasar tiempo juntos, descubriendo una conexión que nunca habían compartido. Planearon un día de campo para disfrutar de la naturaleza, lejos del bullicio de la ciudad. Pero durante este día, Lucas sufrió una crisis severa, y Robert lo llevó rápidamente de vuelta a la mansión, cargándolo y susurrando promesas desesperadas. "Vas a vivir", murmuró Robert mientras subía por las escaleras. "No me importa lo que tenga que pagar, sobrevivirás". Esa noche, mientras observaba a su hijo dormir, pronunció las palabras fatídicas: "Vendería mi alma y cualquier cosa para que mi hijo sobreviva y me ame". De repente, una figura sombría y siniestra emergió de las sombras. Satanás, con una sonrisa maliciosa, dijo: "¿Cualquier cosa, dices?" Robert, lleno de desesperación y dispuesto a todo, asintió sin titubear. Entonces Satanás, en toda su majestad infernal, sentenció: "Tu hijo vivirá y no tendrá nada malo, a cambio de que tú seas mi instrumento. Serás el Anticristo y traerás grandes cambios al mundo. No tendrás sentimientos patéticos como caridad, humildad y amor, solo te importará dominar el mundo y tu hijo. Él será el único ser vivo que amarás, pero ese amor será egoísta como el nuestro. No compartirás a tu hijo con nadie; matarás a quien quiera tener una relación amorosa con él. ¿Aceptas el trato?" Sin ninguna duda, Robert asintió una vez más, y en ese instante, el mal se encarnó en él. Al mirarse al espejo, sus ojos reflejaban una mezcla de poder oscuro y determinación absoluta. "Este mundo es nuestro," murmuró, refiriéndose a él y a su hijo. Esa noche, junto a Lucas, Robert lo abrazó fuertemente. "Cumplí mi promesa, pequeño. Vivirás. Ahora haré grandes planes para que dominemos el mundo. Descansa, mi hijo. A partir de ahora, dedicaré mi tiempo a que estemos juntos. Eres mío y solo mío." Fue entonces cuando notó una carta sin abrir sobre la mesa. Al leerla, descubrió que era una declaración de amor a Lucas. Un brote de ira oscura invadió sus pensamientos. Averiguó de quién era la carta y, consumido por un amor posesivo y egoísta, buscó a la persona y la asesinó a sangre fría. Mientras lo hacía, murmuraba con voz gélida: "Esto te lo buscaste por intentar quitarme lo que es mío. Mi hijo es mío y solo mío, y mataré a quien desee quitármelo". Así comenzó la nueva vida de Robert Graves, el Anticristo, marcado por un amor obsesivo hacia su hijo y una voluntad inquebrantable de someter el mundo a su voluntad maligna.