"The Echo of Regret: David Chocarro's Story"

David Chocarro era, en sus inicios, un hombre con sueños modestos pero con una gran determinación. Su juventud estaba marcada por el amor incondicional de su esposa, Valeria, y la alegría de tener un hijo recién nacido, Mateo. Trabajaba incansablemente, no solo para lograr su sueño de convertirse en un actor y modelo reconocido, sino también para proporcionar un futuro seguro y feliz a su familia. Valeria siempre estuvo a su lado, apoyándolo en cada etapa, celebrando sus pequeñas victorias y consolándolo en sus fracasos. Con el tiempo, la carrera de David despegó. Su talento y físico atractivo lo llevaron a la cima, convirtiéndolo en uno de los actores y modelos más deseados. Sin embargo, con la fama llegó también la vanidad y la lujuria. David se sumergió en un mundo de placeres efímeros, rodeado de mujeres que lo deseaban, dejando de lado a su familia que tanto lo necesitaba. Pronto su corazón se llenó de egolatría y narcisismo. Valeria, que en su momento fue su confidente y compañera, se convirtió en una carga para él. La obligaba a dormir en los cuartos de servicio y negaba su existencia, presentándose al mundo como un hombre soltero. Mateo, su hijo, sufría aún más. David lo humillaba y despreciaba por ser un nerd, débil e insignificante a sus ojos. Nunca pasó tiempo con él y su única relación era la del bully que atormentaba al inocente. Los años pasaron y la vida cobró su precio. Era el aniversario número 16 del inicio de su brillante carrera. Una elegante fiesta estaba en marcha, llena de celebridades y admiradores. Sin embargo, una de sus muchas amantes, engañada y despechada por sus falsas promesas de matrimonio, apareció en la fiesta. En un arrebato de ira, sacó una pistola y apuntó a David. Pero la bala, disparada en un momento de caos, se desvió e hirió gravemente a Mateo. Por primera vez, David sintió auténtica preocupación y remordimiento. Corrió hacia su hijo, mientras Valeria, rota de dolor, le suplicaba a Mateo que resistiera. David se arrodilló junto a su hijo, rogándole que se mantuviera fuerte, pero era demasiado tarde. Mateo, con su último aliento, miró a su padre y le dijo: "Te perdono, papá", y exhaló su último suspiro. El grito de David resonó en toda la sala. No podía aceptar la realidad. Mientras Valeria, con el corazón destrozado, lo dejó claro: "Nuestro hijo murió por tu culpa. Ahora lucharé por mí misma. Quiero el divorcio". Se fue, dejándolo solo en su desesperación. Durante el funeral, David insistió en cargar el ataúd de su hijo. En el entierro, Valeria se acercó una última vez, diciendo adiós y deseándole que le fuera bien. Cuando David intentó implorarle que se quedara, ella respondió con irónica frialdad: "Según tú, siempre fuiste soltero. Se te hizo realidad tu mentira. Déjame ir". David, devastado, ingresó a la habitación de Mateo. El dolor y la culpa lo abrumaron al tocar los objetos y juguetes de su hijo. Gritó y derrumbó todo, lamentando el tiempo perdido y las oportunidades desaprovechadas. Cayó sobre la cama de Mateo, abrazando una fotografía y llorando hasta quedarse dormido. Pasaron los meses, y David, incapaz de soportar el peso de su culpa, perdió la razón. En su mundo mental, Mateo seguía vivo. En ese mundo ficticio, David pasaba tiempo con su hijo, intentando recuperar el tiempo perdido, aunque fuera solo una ilusión. La realidad de su soledad y remordimiento se desvaneció en un sueño donde aún tenía la oportunidad de ser el padre que nunca fue.