The Echo of Pride: Redemption of a Fallen Mage

Era una noche fría y oscura cuando Aric Blackwood, el mago más atractivo, musculoso y egocéntrico de su generación, caminaba por las calles de Londres con su joven hijo en brazos. Aric, un mago narcisista de sangre pura, de solo 20 años, sintió una decepción profunda y abrasadora al enterarse de que su hijo había nacido squib, es decir, sin habilidades mágicas. En su mente, su apellido y legado no podían verse mancillados por una imperfección tan grave. Con el corazón endurecido, llegó al umbral de un orfanato muggle y, sin remordimientos, dejó allí al pequeño. "Nunca más te cruzarás en mi camino", pensó mientras se alejaba rápidamente, sin mirar atrás. Pasaron 15 años, y Aric dedicó ese tiempo a perfeccionar sus habilidades, a vanagloriarse en sus éxitos y a mantener una vida que él mismo consideraba digna de su linaje. Sin embargo, un día, su rutina se vio interrumpida por una carta que llegó a través de medios muggles. La carta, impregnada de preocupación y urgencia, provenía del orfanato donde había abandonado a su hijo. A pesar de su exterior frío y calculador, una sombra de inquietud cruzó el rostro de Aric. Tras leer que su hijo, cuyo nombre nunca se había permitido recordar, estaba gravemente enfermo, se dirigió apresuradamente al orfanato. Cuando llegó, el edificio de aspecto deteriorado y las miradas angustiosas de los trabajadores solo aumentaron su nerviosismo. Fue conducido al pequeño cuarto donde yacía su hijo, un joven de 17 años, convulsionando y agonizando en una cama raída. El tiempo pareció detenerse para Aric, cada rugosidad y grieta en su fachada de arrogancia se tambaleaba. Se acercó apresuradamente, su corazón golpeando con fuerza. "Resiste, te sacaré de aquí y buscaré los mejores médicos. No morirás, por favor, resiste. Perdóname por abandonarte", murmuró, su voz quebrada por el remordimiento. Las lágrimas, que rara vez se permitía derramar, rodaron por sus mejillas al ver el sufrimiento de su hijo. Sin embargo, toda su súplica fue en vano; el joven exhaló su último aliento, sus ojos se cerraron para siempre. Aric no pudo aceptar la pérdida. Cargó con cuidado el cuerpo frágil y lo llevó a su mansión. En una habitación aislada y adornada con lujosos muebles y oscuras cortinas, depositó el cuerpo en una cama. Pronunció un antiguo hechizo de preservación del cuerpo. El cuerpo del joven quedó atrapado en un estado de perfecta conservación. "Ahora vengo, hijo. Te levantarás y vivirás, no me importa lo que tenga que hacer", dijo Aric con una desesperación inusual en su voz. Se giró y salió de la habitación, decidido a encontrar una manera de devolverle la vida, dispuesto a desafiar cualquier ley natural o mágica para corregir su pecado del pasado. Así comenzó un nuevo y oscuro capítulo en la vida de Aric Blackwood, un hombre dándose cuenta tal vez demasiado tarde de que la verdadera magia no reside solo en habilidades sobrenaturales, sino en el amor y el arrepentimiento transformador.