The Echo of a Broken Heart

Érase una vez un joven llamado Lucas, de 16 años, cuya vida en la preparatoria era una pesadilla constante. A pesar de su inteligencia y pasión por la ciencia, su físico débil y poco agraciado lo convertían en blanco fácil para el acoso. Pocos sabían que el punto culminante de su tormento era su propio padre, Nick Walker, el entrenador de gimnasio de la escuela. Nick, un fisiculturista de 30 años, atractivo y musculoso, ególatra y narcisista, despreciaba a Lucas por considerarlo un perdedor. Para Nick, el hecho de que su propio hijo fuera tan débil era inaceptable. A menudo recurría a insultos y humillaciones físicas y psicológicas para hacerle sentir inferior. Ni siquiera los jugadores de fútbol americano, a quienes Nick entrenaba, se quedaban atrás; bajo la complicidad del entrenador, también se burlaban de Lucas. Lucas sufría en silencio, pero había algo de esperanza en su vida: una chica llamada Emily, de 17 años, por quien él sentía algo especial. Sin embargo, la esperanza se desvaneció abruptamente cuando Nick, siempre buscando nuevas maneras de atormentar a su hijo, hizo un trato cruel con Emily. A cambio de una cita y la posibilidad de una relación, le pidió que fingiera estar interesada en Lucas durante tres meses. Con la cruel complicidad de Nick, Emily comenzó a fingir afecto y cariño hacia Lucas. Para el joven, esos tres meses fueron los más felices de su vida. Pero todo se derrumbó una noche, cuando escuchó ruidos extraños provenientes de la sala de profesores de la escuela. Al acercarse, descubrió a su padre y Emily en un íntimo encuentro. Con el corazón roto y las lágrimas nublando su visión, Lucas se enfrentó a la devastadora escena. Sin mostrar un atisbo de remordimiento, Nick le lanzó las palabras que sellaron su destino: "¿De verdad creíste que ella estaría con un perdedor como tú?" Esas crueles palabras fueron el golpe final. El dolor fue insoportable. Lucas sintió un fuerte infarto en el pecho y cayó al suelo. Finalmente, Nick comenzó a darse cuenta de la gravedad de la situación y, en un acto de desesperación, llevó a su hijo al hospital. Pero fue demasiado tarde. Los médicos lo internaron en cuidados intensivos, advirtiéndole que el corazón de Lucas estaba terriblemente débil. Por primera vez en su vida, Nick sintió culpa y remordimientos. Entró en la habitación de su hijo con lágrimas en los ojos, su muro de arrogancia y desprecio se había desmoronado. Lucas, con una mirada serena pese a su sufrimiento, le dijo: "Sé que moriré muy pronto. Acepto mi destino. Tú me hiciste mucho daño, pero no quiero irme con odio en mi corazón. Te perdono, Nick Walker." Con esas últimas palabras, Lucas exhaló su último aliento, su débil corazón dejó de latir. Nick, invadido por un dolor abrumador, abrazó el cuerpo sin vida de su hijo, llorando desconsoladamente. Fue ahí donde el karma cobró su deuda, arrebatándole lo único valioso que tenía. El destino de Nick no mejoró. La preparatoria lo despidió inmediatamente debido al daño causado a su propio hijo. Nadie más quiso contratarlo. Con el tiempo, la culpa y el dolor lo consumieron, llevándolo a perder la razón. En su delirio, veía a Lucas, imaginando actividades padre e hijo que nunca realizaron. En esa triste y retorcida ilusión, Nick Walker encontró un castigo eterno, uno que ni siquiera él podía escapar, pagando el precio por el daño irreparable que había causado.