"The Dark Symphony of Seth Gamble"-2

Seth Gamble siempre había sido un hombre de intensos deseos y ambiciones, razones que lo llevaron a destacar en el mundo del cine para adultos. Con un físico musculoso y una presencia carismática, Seth a menudo robaba la atención de quienes lo rodeaban. Sin embargo, su atracción por las ilusiones de una vida hedonista y egocéntrica lo condujeron a tomar decisiones que marcarían vidas para siempre. A los 20 años, Seth conoció a una mujer con quien fugazmente compartió algo más que una noche. De su breve interludio nació un niño, cuya madre, incapaz de afrontar la maternidad, abandonó. Seth, encontrándose frente a ese ser pequeño e indefenso, le dejó claro su postura: "Estarás en mi casa, pero nunca te daré mi apellido. No pienso arriesgar mi carrera como actor por un hijo para el que no estoy preparado". Para delegar la responsabilidad que no deseaba asumir, Seth contrató a una niñera a tiempo completo a quien pagaba generosamente. El arreglo incluía satisfacciones carnales que Seth exigía para mantener su estilo de vida desenfrenado. La opulencia y el placer gobernaban su día a día. La vida del niño, que llamaremos Alex, fue una constante sucesión de humillaciones y desprecios. Seth proyectaba en Alex el resentimiento hacia su propio padre ausente. Durante catorce años, Alex sufrió el constante menosprecio de su progenitor, quien le recordaba a diario lo insignificante que era a su ojos. El punto de quiebre llegó cuando Alex tuvo un fatídico accidente automovilístico, producto de la imprudencia de una de las numerosas amantes de Seth. Hospitalizado y al borde de la muerte, Alex estaba sumergido en un mar palpable del arrepentimiento de Seth. Frente a la cama del hospital, Seth, entre lágrimas de culpa y desesperación, le susurró: "Perdóname, hijo. Por favor, resiste." Sin embargo, las malas noticias no tardaron en llegar. El médico informó a Seth sobre la necesidad urgente de un trasplante de riñón y sangre compatibles, difíciles de encontrar. La amenaza de perder a Alex desestabilizó la frágil cordura de Seth, reavivando los fantasmas del abandono y soledad de su infancia. Desesperado, Seth recurrió a medidas extremas: secuestrar y torturar a sus examantes, arrebatándoles los órganos que podrían salvar a su hijo. En cada acto violento, justificaba sus acciones repitiendo: "Todo lo hago por mi hijo, para que viva y no quedar solo." Esta espiral de locura culminó en su captura y eventual internamiento en un manicomio. Allí, Seth se aferraba a la esperanza de reencontrarse con Alex, ignorando la realidad que se desarrollaba afuera de esas paredes. Tras su milagrosa recuperación, Alex fue acogido por una nueva familia adoptiva que le ofrecía el amor y la estabilidad que tanto había deseado. La noticia de la adopción llegó a Seth a través de los murmullos del personal del manicomio, exacerbando su mentalidad esquizofrénica y sus celos posesivos. Impulsado por una fiebre de paranoia y desesperación, Seth planeó su fuga. Una noche, golpeó a un enfermero y huyó, decidido a "recuperar" a su hijo. Con una pistola en mano, irrumpió en el hogar adoptivo de Alex, y, en un acto de brutalidad, asesinó a la familia que había ofrecido a Alex un nuevo comienzo, proclamando: "Esto les pasa por quitarme lo que es mío." Con una perturbadora calma, Seth tomó a Alex entre sus brazos y, con suavidad, le dijo: "Vamos pequeño, el avión privado nos está esperando. Quita esa cara, todo lo que hago es por ti. Vamos a empezar una nueva vida juntos, solo tú y yo." Era el comienzo de un nuevo capítulo en una simbiosis macabra, donde la cordura y el amor se enredaban en una oscuridad impenetrable, dejando a Alex atrapado en una realidad de la cual escaparía con traumas que, posiblemente, nunca lograría superar completamente.