**Sombras de Venganza**

Érase una vez, en las oscuras y sinuosas calles de una ciudad que nunca dormía, un vampiro que exudaba atractivo por cada uno de sus poros inmortales. Este vampiro, musculoso como una escultura de mármol y con una presencia que hacía que las personas no pudieran evitar mirarlo dos veces, era también profundamente ególatra y narcisista. Apariencia de 25 años, pero con una existencia que se extendía por siglos, Karsten se creía invencible y merecedor de todo. Karsten había amado una vez, con intensidad y pasión, a una mujer de belleza inigualable llamada Helena. Sin embargo, Helena eligió la calidez de un amor humano antes que la eternidad sombría al lado de Karsten, casándose con un mortal llamado Friedrich. Consumido por la furia y la traición, Karsten decidió vengarse de Helena de la forma más cruel posible. En una noche silenciosa y gélida, Karsten irrumpió en la casa de Helena y Friedrich, arrebatando a su recién nacido mientras ellos dormían. Aunque inicialmente planeaba eliminar cualquier rastro de sus rivales, Karsten fue incapaz de matar al bebé al encontrarse cara a cara con su fragilidad y su inocencia. Cambiando su plan, decidió criar al niño como su propio hijo. Este sería su golpe maestro, su venganza perfecta: privarles a Helena y Friedrich de la posibilidad de ver a su hijo crecer. El bebé, al que Karsten llamó Adrian, creció bajo la tutela del vampiro, quien lo educó y lo protegió con un fervor que muchas veces rozaba la obsesión. Karsten se mostraba amable y amoroso solo con Adrian, guardando su verdadera naturaleza para el resto del mundo. La distancia y la posesión se convirtieron en la muralla que los separaba del resto de la humanidad. Mientras tanto, Helena y Friedrich recorrieron todos los rincones del mundo en busca de su hijo, pero cada vez que estaban cerca, Karsten huía con Adrian. Con los años, Adrian se convirtió en un joven de 17 años, un estudiante dedicado y un nerd encantador. El destino, con su irónica risa, lo llevó a encontrarse con sus verdaderos padres a quienes ahora conocía como sus maestros en la escuela secundaria. Sin embargo, antes de que la verdad pudiera revelarse, Karsten intervino de la manera más despiadada: asesinó a Helena y Friedrich sin que Adrian se enterase. No permitiría perder a su hijo, su única compañía y propósito. Una noche, Adrian estaba especialmente sombrío y melancólico. Karsten, preocupado, le preguntó qué le afligía. Con lágrimas en los ojos, Adrian confesó que se había enamorado de su amiga y compañera de clase, Sarah, quien solo lo veía como un amigo y se había fijado en otro chico. La atmósfera cambió bruscamente cuando Karsten, lleno de ira, contempló la osadía de una simple mortal al rechazar a su hijo y romperle el corazón. "No te preocupes, hijo", le dijo con una voz suave pero llena de promesas siniestras, "Aquí está tu padre que nunca te abandonará." Lo abrazó con una calidez falsa, mientras en su mente ya se cocinaba un plan. Esa misma noche, mientras Adrian dormía, Karsten se coló en la habitación de Sarah. Observándola con una mirada depredadora, dijo: "Ahora entiendo por qué mi hijo se enamoró de ti, eres muy hermosa. Pero pagarás caro por rechazarlo." Sarah, al ver los colmillos del vampiro, recordó las aterradoras historias que su madre le contaba: jamás rechaces el amor de un vampiro si no quieres enfrentarte a su venganza. Desesperada, Sarah se arrodilló y suplicó por su vida. Karsten, con una sonrisa fría, le dio un ultimátum: "Si quieres vivir, terminarás con tu novio, le pedirás perdón a mi hijo y le dirás que lo amas. Si después de eso, mi hijo te pide matrimonio, te casarás con él y serás una gran esposa. Y por supuesto, yo me encargaré de guiar a mis futuros nietos. No dirás a nadie sobre nuestra conversación." Aterrorizada y sin salida, Sarah obedeció cada una de las demandas de Karsten, temiendo por su vida y su futuro. El vampiro pronto convirtió a su hijo, Adrian, en un nuevo inmortal, atándolo a su destino y asegurándose de no perder nunca a la única persona que lo mantenía conectado al mundo. La venganza de Karsten había sido consumada; su hijo, ahora un vampiro, estaba atado a él para siempre. Los secretos y las sombras se habían entrelazado en una red de mentiras y manipulaciones, y el mundo jamás conocería la verdad de la tragedia que había tejido con sus colmillos afilados y su corazón ennegrecido.