Silent Reflections: The Tragedy of a Forgotten Heart

En una lujosa mansión en las colinas de Hollywood, la vida de dos personas se desintegraba de maneras diametralmente opuestas. Por un lado, había un joven de 16 años llamado Lucas, cuyo corazón sincero y mente brillante eran su mayor tesoro, aunque su cuerpo frágil y su naturaleza tímida lo convirtieran en blanco de bullying. En su misma casa, vivía su padre, Daniel, un actor y modelo atractivo y musculoso de 32 años, cuya ambición desenfrenada lo había llevado a la cima de la fama y el narcisismo. Muchos años antes, cuando Lucas nació, su madre lo abandonó, dejándolo en manos de Daniel. En aquel entonces, Daniel lo amaba y adoraba con ternura. Por Lucas, Daniel buscó la manera de salir adelante, trabajando incansablemente para darle todo lo que necesitaba. Logró su propósito, pero fue en ese momento cuando las tentaciones de la fama, la vanidad y la lujuria lo sedujeron. Al final, olvidó que tenía un hijo, y Lucas se convirtió en poco más que un criado para él. Lucas vivía a diario un infierno en la preparatoria y su salud delicada no hacía más que agravar las cosas. Sus compañeros se burlaban de él sin piedad, y la persona que debería haberle dado soporte y amor le brindaba solo desprecio. Sin embargo, Lucas seguía, con determinación y esperanza de un día mejor. Cansado de tanto sufrimiento, Lucas decidió un día marcharse de casa, buscando una vida tranquila y digna para sus últimos días, consciente de sus delicadas condiciones de salud. Mientras atravesaba la puerta de la mansión, enfrentó un último golpe de crueldad de su padre, quien le espetó, "Al fin me deshice de ti, eres un estorbo, desearía que nunca hubieras nacido". Antes de que pudiera dar más pasos hacia la libertad, un grupo de hombres armados apareció, contratados por una examante de Daniel para vengarse de los estragos emocionales que él había causado en su vida. El mundo parecía volverse un caos en ese instante, los disparos rompieron el aire y, sin pensarlo, Lucas se interpuso entre una bala y su padre. Con un aliento tembloroso, cayó al suelo, pero antes de desvanecerse, miró a los ojos de su progenitor y dijo, "Adiós padre. A pesar de todo te amo y te perdono." El padre, al ver a su hijo herido de muerte, sintió una mezcla de culpa y remordimiento que le atravesaron el alma. Se arrodilló junto a Lucas, suplicándole que resistiera, que no se fuera. Aunque su súplica fue en vano: Lucas exhaló su último aliento en ese mismo lugar. Tres días después, el funeral tuvo lugar en la misma mansión donde lo había visto crecer y sufrir. Daniel, destrozado y abrumado por el dolor, lloró desconsoladamente. Lucas fue sepultado con el apellido de su padre en el mausoleo de la mansión. La culpa y el remordimiento carcomieron a Daniel, llevándolo al borde de la razón. Su mente se rompió, y comenzó a creer que su hijo seguía con vida. Para él, Lucas estaba en su habitación, y todo estaba bien. Cualquier insinuación de que Lucas había muerto lo llenaba de ira y peligro. Una de las criadas cometió el error de decir: "Es necesario que el patrón sea llevado a un manicomio, el joven lleva muerto tres semanas". Daniel, en un arrebato de locura, la apuñaló con un cuchillo, insistiendo que su hijo seguía vivo. Un final similar le llegó a una de sus amantes, quien mencionó a Lucas mientras mantenían relaciones sexuales. Enfurecido, Daniel la mató ahorcándola, gritando, "Mi hijo no está muerto, está en su habitación". Finalmente, incapaz de manejar su realidad distorsionada, Daniel fue internado en un manicomio. En su mente rota, seguía pasando tiempo con Lucas, felices y juntos, alejados del dolor y la culpa que una vez consumieron sus vidas. La tragedia de Daniel y Lucas se convirtió en una sombría leyenda sobre los peligros del egoísmo y la fragilidad del amor verdadero.