Shadows of Forgiveness: The Song of Redemption

Había una vez un joven de 16 años llamado Samuel. Samuel era un chico de buenos sentimientos, nerd y con una frágil salud. En la escuela, los días para él eran un infierno debido al bullying que recibía. Sin embargo, el verdadero infierno lo experimentaba en su propia casa. Su padre, Rodrigo, era un actor y modelo que, a sus 32 años, deslumbraba por su atractivo físico, musculatura y narcisismo. Rodrigo no solo negaba la existencia de Samuel, sino que lo trataba como a un simple criado. Habían pasado años desde que la madre de Samuel lo abandonó en brazos de su padre. En aquel entonces, Rodrigo amaba y adoraba a su hijo. Por él, Rodrigo había luchado para salir adelante y conseguir todo lo que necesitaba. Pero la fama, la vanidad y la lujuria lo habían seducido, haciendo que olvidara por completo al hijo que una vez amó. En la preparatoria, Samuel luchaba por encontrar un refugio ante las constantes burlas y el desdén que recibía a diario. Con la salud en declive, hubo un día en que Samuel tomó una decisión crucial: decidió dejar esa casa para vivir sus últimos días con tranquilidad. Al marcharse, Rodrigo le dijo cruelmente: "Al fin me deshice de ti. Eres un estorbo. Desearía que nunca hubieras nacido". Justo en ese momento, unos hombres armados irrumpieron en la mansión. Habían sido enviados por una examante de Rodrigo que buscaba venganza por haber jugado con sus sentimientos. Sin pensarlo dos veces, Samuel se interpuso ante una bala que iba destinada a su padre. Cayó al suelo y, con su último aliento, dijo: "Adiós, padre. A pesar de todo, te amo y te perdono". Rodrigo sintió la culpa y el remordimiento como nunca antes. Le pidió perdón a Samuel y le suplicó que resistiera. Pero Samuel no resistió, y murió en sus brazos. Tres días después, durante el funeral, el padre, destrozado y lleno de lágrimas, vio cómo su hijo era sepultado con su apellido en el mausoleo de su mansión. El peso de la culpa afectó a Rodrigo profundamente, haciéndolo perder la razón. Creía firmemente que Samuel seguía vivo y que pasaban tiempo juntos. Su estado mental se deterioró tanto que se volvía peligroso si alguien mencionaba que Samuel estaba muerto. Una de las criadas, preocupada por el bienestar de su patrón, expresó la necesidad de internarlo en un manicomio, pues Samuel llevaba muerto tres semanas. Rodrigo, en un ataque de furia, la asesinó con un cuchillo al escuchar aquellas palabras. Una de sus amantes corrió la misma suerte. En un momento de intimidad, mencionó la muerte del joven y Rodrigo, cegado por la irrealidad, la estranguló, diciendo: "Mi hijo no está muerto. Él está en su habitación". Finalmente, su estado mental desquiciado lo llevó a un inevitable destino: Rodrigo fue internado en un manicomio. Allí, en su propia realidad, creía estar con su amado hijo, viviendo esos momentos que la fama, la vanidad y la lujuria le habían arrebatado. Y así, en la soledad de su mente desquiciada, Rodrigo encontró el castigo por sus pecados, soñando eternamente con el hijo que, hasta el final, nunca dejó de amarlo.