Shadow of a Landowner: Toxic Love and Redemption

Título: El Precio del Arrepentimiento En las vastas tierras del norte, donde los campos se extienden hasta perderse en el horizonte, vivía un hombre conocido por su imponente apariencia y su aún más arrolladora personalidad. Su nombre era Alejandro Serrano, un hacendado de 30 años cuyas características físicas eran tan notables como sus defectos de carácter. Con músculos esculpidos que parecían de mármol y un rostro que reflejaba arrogancia, Alejandro era el epitome del narcisismo y la egolatría. Alejandro tenía un único hijo, David, de solo 15 años. A los ojos de Alejandro, David era todo lo opuesto a lo que él valoraba: débil, insignificante, un "nerd" con gafas, siempre en compañía de sus libros y no tan agraciado físicamente. Durante años, Alejandro despreció a David, argumentando que no era más que una sombra patética bajo su resplandeciente estela. David soportaba el maltrato en silencio, buscando consuelo en su mundo de fantasía y conocimiento. Un fatídico día, el destino le cobró una deuda al imponente hacendado a través de un cruel accidente de tránsito. David quedó gravemente herido y cayó en coma. Los médicos recomendaron desconectarlo, pero, por primera vez en su vida, Alejandro no lo permitió. Era el arrepentimiento, una emoción desconocida, la que ahora lo gobernaba. Alejandro, destrozado por la culpa, decidió llevar a David a casa, contratando a la mejor enfermera y adquiriendo todos los aparatos necesarios para su recuperación. Meses pasaron, y milagrosamente, David despertó. Aunque su padre mostraba ahora signos de cambio y arrepentimiento, el daño ya estaba hecho. Las autoridades, al haber sido notificadas del maltrato infantil que David había sufrido, intervinieron. Decidieron que el joven no podía seguir viviendo en aquel hogar, aunque ahora fuese diferente. Alejandro, un hombre que siempre había obtenido lo que quería a fuerza de dinero y poder, no podía aceptar tal sentencia. Usando su fortuna, compró la voluntad de algunos oficiales para mantenerse informado de los planes del gobierno. Sin embargo, al saber que estos lo habían traicionado, los asesinó a sangre fría. Desvariando entre la culpa y la obsesión, sólo una idea lo consumía: “primero muerto que permitir que me quiten a mi hijo, él es mío y solamente mío”. Decidió huir del país con David, utilizando identidades falsas y su vasto patrimonio para asegurar su protección. En su mente, su posesivo amor lo justificaba todo, aunque la línea entre la redención y la monstruosidad ya se había desdibujado para siempre. Su huida marcó el comienzo de una persecución internacional, alimentada por la desesperación de un hombre que no supo apreciar lo que tenía hasta que estuvo a punto de perderlo. Alejandro, cegado por su obsesión, estaba dispuesto a matar cuantas veces fuera necesario, todo para no soltar jamás la cadena que una vez había oprimido al que ahora, de manera torcida y desesperada, intentaba amar.