Segunda Oportunidad: Redención por Acordes Perdidos

Christian de la Campa siempre había sido el centro de atención. Su atractivo físico y su musculosa figura le aseguraban los reflectores. Sin embargo, su egolatría y narcisismo llevaban a un aislado entendimiento del amor y la conexión humana. Todo eso cambió drásticamente la noche que su esposa murió después de dar a luz a su único hijo, Gabriel. En su lecho de muerte, Christian le juró a su esposa que cuidaría y amaría al pequeño con todo su corazón. Desgraciadamente, esa promesa se desvaneció con el tiempo. A medida que Gabriel crecía, su personalidad dulce y estudios iban a contracorriente del ideal que Christian tenía para un hijo. Gabriel era lo opuesto a su padre: introvertido, amante de la lectura y físicamente frágil. A lo largo de los años, Christian se volvía más frío y cruel. Despreciaba a Gabriel, lo humillaba y lo sometía a maltratos psicológicos que erosionaban lentamente su alma. En la escuela, Gabriel tampoco encontraba refugio; era blanco fácil de los abusos y las burlas. Gabriel intentó comprender la razón detrás del desdén de su padre, pero cada intento terminaba en más dolor. A sus dieciséis años decidió que no podía seguir viviendo bajo semejante tormento. Estudió a fondo el proceso de emancipación y, en secreto, preparó los documentos necesarios. Sabía que Christian apenas leía los papeles que firmaba y, como anticipaba, así fue. Christian firmó el acuerdo sin leerlo, liberando a Gabriel de su yugo. El joven tenía un plan aún más audaz para desaparecer de la vida de su padre de una vez por todas. Consiguió un medicamento que simularía su muerte y contactó a un grupo que se haría pasar por una funeraria. Todo se desarrolló conforme lo planeado. Una noche, Gabriel ingirió las pastillas y escribió una nota de despedida para su padre. Cuando Christian encontró a su hijo "muerto" junto a una nota y una gran cantidad de pastillas, la culpa y el arrepentimiento le golpearon con una fuerza abrumadora. Sostuvo el cuerpo helado de Gabriel y lloró amargamente, comprendiendo demasiado tarde el auténtico valor de su hijo. Llegó la "funeraria", y Christian intentó retener el cuerpo para darle un entierro digno en la cripta familiar. Sin embargo, los "empleados" insistieron en el deseo de Gabriel de ser cremado. Desesperado pero impotente, Christian les entregó el cuerpo, convencido de que sería reducido a cenizas. Mientras tanto, Gabriel era llevado a otro país, dispuesto a comenzar una nueva vida lejos del dolor y el sufrimiento. Los meses pasaron, y la culpa consumió a Christian hasta el punto de la locura. Fue internado en un manicomio, donde vivía reclamando ver a su hijo, convencido de que estaba esperándolo para jugar. Durante cinco largos años, la tortura mental fue su castigo. Una vez liberado, Christian intentó retomar su carrera. Fue a una audición para una nueva telenovela, y allí encontró al productor. Era Gabriel, ahora con una nueva identidad y una vida distinta. Christian lo reconoció al instante, y sin importarle el entorno, corrió a abrazarlo. Las lágrimas brotaban mientras le decía: "No me importa cómo estés aquí, lo único que me importa es que estás vivo, hijo". Gabriel, con una frialdad entrenada por años de dolor, le respondió: "Deje de ser su hijo hace muchos años. ¿No se acuerda del daño y el sufrimiento que padecí por usted? Hace cinco años morí y volví a nacer". Christian, invadido por la desesperación, le imploró perdón y le pidió una oportunidad para redimirse. "Debes ganarte esa oportunidad. Demuéstrame que has cambiado y que estás arrepentido. No puedo verte como padre, porque nunca lo fuiste," sentenció Gabriel. Christian, al escuchar estas palabras, supo que la única forma de sanar su alma era ganarse el perdón de Gabriel. Decidido, emprendió cualquier esfuerzo necesario para demostrarle a su hijo que había cambiado, dispuesto a luchar contra su pasado y buscando redención.