### Remordimiento: Un Canto de Redención

Hace dieciséis años, David Chocarro era un modelo ambicioso con un sueño: convertirse en el actor más reconocido y deseado del mundo. Estaba casado con Sofía, su novia de la adolescencia, una mujer fuerte y amorosa que siempre había estado a su lado, incluso antes de que la fama tocara a la puerta. Recientemente habían sido bendecidos con un hijo, Lucas, a quien David juró proteger y proveer. Con el tiempo, la fama, la riqueza y las tentaciones del mundo del espectáculo cambiaron a David. De ser un esposo y padre dedicado, pasó a ser ególatra, narcisista y devorado por la lujuria. Las promesas de amor eterno que le hizo a Sofía se esfumaron, reemplazadas por una serie interminable de romances con mujeres atraídas por su físico escultural y su posición. Sofía fue relegada a la sombra, tratada como una sirvienta más que como una esposa. David incluso la obligó a dormir en los cuartos de servicio, negando su existencia cada vez que se presentaba la ocasión. Su relación con Lucas no fue mejor. David despreciaba a su hijo por ser un “nerd”, llegando a humillarlo y acosarlo sin piedad. Lucas creció sintiéndose insignificante y solo, soportando el dolor de ser odiado por su propio padre. El punto de inflexión llegó en la fiesta de aniversario por los dieciséis años de carrera de David. En esta celebración, una de sus muchas amantes despechadas apareció con una pistola. En su furia, intentó disparar a David, pero la bala terminó hiriendo a Lucas. Cuando el joven cayó al suelo, David sintió por primera vez preocupación, culpa y remordimiento. El dolor en los ojos de su esposa y el desmoronamiento de su hijo le hicieron enfrentar una realidad que había ignorado por años. Sofía se aferró a su hijo, llorando desesperadamente. David, por primera vez, se arrodilló ante Lucas, pidiéndole que resistiera. El joven, en su último aliento, perdonó a su padre, sin resentimientos ni odios, y murió. El grito de desesperación de David resonó en el salón. Sofía, rota por el dolor, le dijo que nunca se perdonaría no haber escapado de ese infierno y le pidió el divorcio. La vida que David había construido se desmoronó en cuestión de minutos. En el funeral, David cargó el ataúd de su hijo, y se arrodilló ante Sofía, rogándole que no lo dejara. Ella, irónicamente, le recordó las mentiras con las que había vivido: siempre diciéndole al mundo que estaba soltero y que no tenía hijos. Sofía se fue dejándolo solo en su dolor y culpa. David, perdido en su desesperación, ingresó a la habitación de Lucas, aferrándose a sus cosas y llorando su muerte. Su arrepentimiento y sufrimiento lo llevaron a un punto en que estaría dispuesto a cualquier cosa por traer a su hijo de regreso. Fue entonces cuando un demonio se le apareció, ofreciéndole un trato: regresar el tiempo seis días antes de la muerte de Lucas. David debía demostrar que había cambiado y ganarse el amor de su hijo en ese período. Si fallaba, su alma sería del demonio, y Lucas moriría nuevamente. Desesperado, David aceptó el trato. El tiempo retrocedió, y David se encontró seis días antes del fatídico evento. Determinado, se propuso cambiar su comportamiento radicalmente. Empezó por pedirle perdón a Sofía, prometiéndole una nueva vida. Pero, sobre todo, se concentró en Lucas. Decidió conocer al joven que había ignorado y despreciado durante tanto tiempo. El primer día fue difícil. Lucas, acostumbrado al desprecio de su padre, no creyó en su súbita bondad. Pero David no se rindió. Lo llevó al cine, le enseñó a jugar a deportes que el joven nunca había practicado, e incluso dedicó tiempo a entender sus intereses en ciencia y tecnología. Le demostró, día a día, que su amor y arrepentimiento eran reales. El último día llegó, y David se dio cuenta de que no solo quería salvar a Lucas para evitar su propia condena, sino porque realmente amaba a su hijo. En una cena familiar, les confesó a Sofía y Lucas todo su arrepentimiento y su deseo de recomenzar. Finalmente, Lucas creyó en él, y padre e hijo se abrazaron. El demonio reapareció, pero no pudo llevarse a Lucas ni el alma de David. El amor sincero y el profundo cambio en David habían roto el ciclo de condena. David, tras este segundo chance, dedicó el resto de su vida a su familia, convirtiéndose en el padre y esposo que siempre debió ser. La fama, la riqueza y la belleza física ya no tenían el mismo atractivo. Había aprendido que el verdadero valor de la vida estaba en el amor y la familia, quienes siempre habían sido su mayor tesoro.