**Redención Paterna**-1

Érase una vez un joven llamado Alex, un chico de 16 años de buenos sentimientos, pero de constitución débil y con una pasión inmensa por los libros, la ciencia y la tecnología. Lamentablemente, su vida no era fácil. Vivía con su padre, Oliver, un actor y modelo de 32 años que había sido un hombre cariñoso pero que con el tiempo se transformó en un narcisista cruel y despectivo. Oliver, seducido por la fama, la vanidad y la lujuria, olvidó por completo al hijo que alguna vez había amado. La madre de Alex lo había dejado a su padre poco después de su nacimiento. En ese entonces, Oliver se prometió a sí mismo y a su hijo que le ofrecería todo lo que necesitara y salió adelante, triunfando en el mundo del espectáculo. Pero a medida que la popularidad de Oliver crecía, también lo hacía su indiferencia hacia Alex. En la preparatoria, la vida de Alex se tornó un infierno. Sufría constantes bullying debido a su salud delicada y su amor por los estudios. En casa, las cosas no mejoraban. Oliver lo trataba como un simple criado, negando su existencia y despreciándolo abiertamente por no ser igual a él, un hombre musculoso y atractivo. Un día, Alex, agotado por el desprecio y la enfermedad, decidió que era hora de irse de la casa para vivir tranquilo el resto de sus días. Al ver a su hijo marcharse, Oliver, en un arrebato cruel, le dijo: "Al fin me deshice de ti. Eres un estorbo. Desearía que nunca hubieras nacido." Las palabras hirieron el corazón de Alex, pero antes de que pudiera alejarse, unos hombres armados irrumpieron en la mansión. Fueron enviados por una de las examantes de Oliver, quien quería vengarse por haber sido engañada. Uno de los hombres apuntó su arma directamente hacia Oliver. Sin dudarlo, Alex se interpuso entre la bala y su padre. Recibió el disparo y cayó al suelo, murmurando: "Adiós, padre. A pesar de todo, te amo y te perdono." Las lágrimas inundaron los ojos de Oliver al ver a su hijo herido. Sintiéndose abrumado por la culpa y el remordimiento, le pidió perdón y suplicó que resistiera. Pero el cuerpo débil de Alex no pudo soportarlo y murió en los brazos de su padre. Tres días después, se llevó a cabo un funeral solemne. Oliver, destrozado por el dolor, lloró amargamente mientras su hijo era sepultado con el apellido de la familia en el mausoleo de la mansión. La culpa lo consumió, llevándolo al borde de la locura. En su mente desequilibrada, imaginaba que Alex aún estaba vivo, y cualquier sugerencia de la muerte de su hijo lo volvía violento y maniaco. Finalmente, Oliver fue llevado al manicomio para recibir tratamiento. Durante su estancia, encontró una lámpara mágica. Al frotarla, un genio apareció y le ofreció concederle un deseo. Sin dudarlo, Oliver pidió que el tiempo regresara al día anterior de la muerte de su hijo, manteniendo todos sus recuerdos desde esa noche hasta el momento de pedir el deseo. El genio cumplió el deseo, y de repente Oliver se encontró de vuelta en el pasado. Corrió hacia Alex y lo abrazó fuertemente, lágrimas de alivio en sus ojos. "Ahora te salvaré. No volveré a perderte," prometió Oliver. Inmediatamente contactó a unos hombres para proteger la mansión y asegurar la seguridad de su hijo. Alex, sorprendido por el comportamiento inusual de su padre, dejó que lo abrazara. Oliver, con lágrimas en sus ojos, le pidió perdón y le prometió ser un buen padre de ahora en adelante. Con el tiempo, Oliver se esforzó en reconstruir la relación con su hijo, aprendiendo a valorar y amar a Alex por quien realmente era. Juntos, comenzaron a sanar y enfrentar los desafíos de la vida con esperanza y amor.