**Redención Nocturna: De Vampiro a Padre Protector**

Era una noche oscura y tormentosa en la ciudad de México cuando Christian de la Campa, reconocido actor y modelo, atractivamente musculoso y egocéntrico, se dirigía a un exclusivo club nocturno. Sus pensamientos solo giraban en torno a tres cosas: su carrera, su cuerpo y las mujeres. En especial, las mujeres, a quienes solo veía como objetos de deseo. Pero esa noche estaba a punto de cambiar para siempre. Christian tenía un hijo, Julián, a quien consideraba su mayor vergüenza. Julián era todo lo contrario a él: nerd, débil y extremadamente noble. Por eso, Christian lo negaba, lo golpeaba y lo humillaba, presentándolo ante otros como un simple ahijado. Julián siempre había soportado el maltrato con una paciencia y resignación inquebrantables. Una noche, tras una sesión fotográfica, Christian tuvo un encuentro íntimo con una mujer de belleza hipnótica. Poco sabía que esta mujer, Lilith, era una antigua vampiresa que, dejándose llevar por su instinto, mordió a Christian y lo convirtió también en un vampiro. Al despertar como una criatura de la noche, Christian descubrió una nueva realidad: los humanos eran ahora su alimento y entretenimiento. Durante semanas, Christian cazó y mató a varias mujeres, deleitándose en su miedo y su sangre. Julián, observando desde las sombras, notó los cambios en su padre y las muertes inexplicables. Preocupado, siguió a Christian una noche y lo vio preparándose para asesinar a una joven desprevenida. Sin pensarlo, Julián saltó para distraer a su padre y dijo a la mujer que huyera. El monstruoso lado vampírico de Christian se volvió hacia él, dispuesto a atacar. Pero al inhalar el aroma de la sangre de Julián y escuchar la palabra "papá", algo en su interior cambió. La esencia vampírica reconoció a Julián como un posible heredero. Christian, luchando por recuperar el control, se detuvo. —¿Por qué no huyes? —gruñó Christian, con los colmillos manchados de sangre—. Después de todo el daño que te he hecho, ¿por qué sigues aquí? Julián, con valentía, se cortó la mano, ofreciéndole su sangre a su padre. —A pesar de todo, eres mi padre —dijo Julián suavemente—. No eres un monstruo. Nos tenemos el uno al otro, y saldremos adelante. Con estas palabras, el vínculo entre padre e hijo se fortaleció. Christian comenzó a pasar más tiempo con Julián, conociéndolo realmente, redescubriendo la humanidad que aún latía en su ser. Pero el pasado siempre vuelve, y la mujer que había sobrevivido al ataque de Christian lo denunció. Una cacería comenzó, con las autoridades buscando encerrarlo y separarlo de Julián. Christian, a regañadientes, decidió huir con su hijo. Julián, con su bondad habitual, lo convenció de que no debía matar a esos inocentes. Juntos, se refugiaron en una de las propiedades de Christian, adaptándose a una nueva vida en las sombras. Los años pasaron y Christian, temeroso de la soledad y queriendo asegurar la eternidad de su hijo, mordió a Julián, convirtiéndolo en un vampiro. Padre e hijo, ahora unidos por la eternidad, aprendieron a equilibrar sus instintos vampíricos con la bondad que Julián siempre había poseído. Juntos, construyeron una vida que, aunque oscura, estaba llena de amor y redención.