**Redención Musical: Justicia en la Familia de la Campa**

En una lujosa mansión enclavada en una exclusiva colina, vivía Christian de la Campa, un hombre cuya belleza, músculo y autosuficiencia eclipsaban todas sus demás virtudes. Christian, siendo un actor y modelo de renombre, era un ególatra consumado y narcisista. Tenía dos hijos, pero solo uno de ellos eran su orgullo y reflejo. Su hijo mayor, Alejandro, a sus 18 años, era la viva imagen de Christian en todos los sentidos. Apuesto, musculoso, popular y Quaterback de una prestigiosa preparatoria de niños ricos, Alejandro lo tenía todo. Christian se complacía cada vez que veía a Alejandro, viéndose a sí mismo en él como en un espejo pulido. Por otro lado, su hijo menor, Mateo, de 16 años, era completamente diferente. Mateo era noble, humilde, un verdadero nerd con un corazón de oro, pero débil y considerado insignificante por su propio padre. Christian y Alejandro negaban a Mateo diciendo que era un ahijado dejado en la puerta de la mansión. El desprecio habitual se transformaba en palabras hirientes y humillación constante. En la escuela, Mateo sufría bullying; su propio hermano, Alejandro, y sus amigos eran sus principales agresores. Alejandro lo negaba como hermano y se refería a él como un huérfano abandonado en la mansión. Pero Mateo guardaba un secreto que le pasaba desapercibido tanto a Christian como a Alejandro: sufría de una enfermedad cardíaca que requería un trasplante de corazón. Sin embargo, resignado y cansado del constante maltrato, Mateo decidió sobrellevar su enfermedad en silencio, esperando descansar en paz. Un día, agotado de ese constante maltrato, Mateo tomó la decisión de irse de la mansión. Cuando Christian y Alejandro lo vieron con las maletas, se enfrentaron a él. "Tú no te vas de aquí," dijo Christian con desdén. "Eres demasiado insignificante. Tu lugar es en la cocina." Pero Mateo, armado de valor, respondió: "Me iré de este infierno. Adiós." Enfurecidos y cegados por el desprecio, Christian y Alejandro lo agarraron fuertemente. "¡Tú no te vas de aquí!" gritaron, y en su rabia, lo empujaron desde el balcón de las escaleras. Mateo cayó varios metros, golpeándose gravemente. Cuando la realidad de lo que habían hecho impactó a Christian y Alejandro, corrieron hacia el primer piso, inundados por la culpa y el remordimiento. Llenos de desesperación, llevaron a Mateo al hospital. Allí, los médicos hicieron todo lo posible, pero el golpe había agravado la enfermedad cardíaca de Mateo. Le informaron a Christian que Mateo estaba agonizando. "Quisiera verlos," pidió el joven desde su cama. Christian y Alejandro entraron al cuarto de Mateo, con lágrimas en los ojos. Mateo, con una calma y serenidad que contradecía su estado, les dijo: "No les guardo rencor. Quiero descansar en paz, los perdono." Christian, arrepentido, le rogó: "Hijo, por favor resiste. Soy demasiado rico, mi dinero puede pagar lo que sea para que vivas." Alejandro, quebrado por el dolor, también pidió perdón: "Por favor, resiste hermanito." Pero fue en vano, y con una última mirada benevolente, Mateo cerró los ojos para siempre. La desesperación de Christian y Alejandro se manifestó en gritos desgarradores. Días después, se celebró el entierro en la misma mansión. Christian, con una flor en la mano, susurró en la tumba de su hijo: "Perdóname por no ser un buen padre, hijo. Ahora que no te tengo, sufro porque no podré reparar el daño." El hermano mayor también se despidió, lleno de dolor. Fue entonces cuando una voz resonó desde la nada: "¿Harían lo que fuera para que él viva?" Christian respondió con firmeza: "Haría lo que sea para que mi hijo esté vivo." Alejandro también afirmó: "Yo también haría lo que sea para que mi hermanito no hubiera muerto." La voz continuó: "Así será. El joven no morirá ni sufrirá de esa enfermedad cardíaca. Crecerá en un hogar lleno de amor, pero no será el vuestro. En vez de tenerte a ti como padre, tendrá al único que realmente le dio amor: el jardinero. En esta nueva realidad, cuando descubriste las intenciones del jardinero, en lugar de mandarlo a la cárcel y despedirlo, le regalaste al joven y le ordenaste irse lejos. Este será tu castigo. Cuando despiertes, tú y tu hijo recordarán todo, pero ya será tarde. Habrá perdido a tu hijo para siempre." La realidad se alteró como lo dijo la voz, y cuando Christian y Alejandro despertaron, comenzaron a buscar a Mateo desesperadamente. Cuando finalmente lo encontraron, vieron que estaba con el jardinero y le decía "papá". Las palabras hicieron estallar los celos paternales de Christian, que inició una guerra para recuperar a su hijo, pensando que con su dinero y poder, lo conseguiría. Pero esta vez, la batalla no sería fácil: la fuerza del amor verdadero y el arrepentimiento sincero serían las únicas armas eficaces.