Redención: La Segunda Oportunidad de David Chocarro

El sol apenas despuntaba en el horizonte cuando David Chocarro se despertó en su cama, jadeando. La habitación que lo rodeaba no era la suite lujosa a la que se había acostumbrado, sino el hogar modesto que había compartido con su familia antes de alcanzar la fama. El trato con el demonio lo había trasladado seis días al pasado, justo antes de la fatídica fiesta de aniversario, y le ofrecía una oportunidad única para redimir sus errores y salvar a su hijo. David respiró hondo, sintiendo una mezcla de determinación y medo. Sabía que tendría que ganarse el amor y la confianza de su hijo y esposa, labores complicadas considerando los años de negligencia y abuso. Sin perder más tiempo, salió de la cama y se dirigió a la cocina, donde encontró a su esposa, Mariana, preparando el desayuno. "Buenos días, Mariana," dijo David con una voz que intentó sonar cálida y genuina. Sintió una punzada de nostalgia y culpa al verla, recordando cuánto daño le había hecho. Mariana levantó la vista, sorprendida por el tono amable de David. "Buenos días," respondió ella, desconfiada. "Te ayudaré con el desayuno," ofreció David, tomando una espátula y comenzando a cocinar junto a ella. Mariana lo miró de reojo, sin saber qué pensar. No era común que David se ofreciera a realizar cualquier tarea doméstica. El hijo de ambos, Lucas, bajó las escaleras. Sus grandes gafas y su pelo despeinado eran señales inconfundibles de su amor por los libros y el conocimiento. Al verlo, el corazón de David se encogió. "Buenos días, campeón," saludó David, intentando sonar alegre. Lucas asintió, evidentemente sorprendido por la actitud de su padre. "Buenos días, papá," murmuró antes de sentarse a la mesa. David notó la barrera emocional que había entre ellos, una pared construida a base de años de desdén y desprecio. Durante los siguientes días, David hizo todo lo posible para ganarse la confianza de Lucas y reconquistar el amor de Mariana. Dejó de lado su trabajo, sus compromisos y, sobre todo, sus viejas costumbres. Les dedicó su tiempo y su atención, ayudando a Lucas con sus estudios y apoyando a Mariana en todo lo que podía. Mariana, inicialmente reacia, comenzó a notar la transformación en David. "¿Por qué este cambio tan repentino?" le preguntó una noche mientras cenaban. "Me he dado cuenta de mis errores," respondió David sinceramente. "He desperdiciado mucho tiempo siendo un hombre egocéntrico y narcisista. Quiero ser mejor para ti y para Lucas." Las últimas 24 horas antes del fatídico evento, David decidió organizar una actividad especial en familia. Alquiló una cabaña en las montañas, un lugar que recordó que Mariana siempre había mencionado como su sueño para unas vacaciones familiares. Allí, lejos del hocico de la ciudad y sus tentaciones, la familia tuvo la oportunidad de conectarse. En la cabaña, David y Lucas pasaron tiempo pescando, algo que nunca habían hecho juntos. Fue una experiencia reveladora para ambos. Al caer la noche, junto a una fogata, David tomó la mano de su hijo y le dijo: "Lucas, no hay palabras para disculparme por todos estos años. Sólo quiero que sepas cuánto te amo y cuánto lamento el dolor que te he causado." Lucas lo miró a los ojos, algunas lágrimas iluminaron su rostro a la luz del fuego. "Te he perdonado, papá. Y espero que sigamos así." Llegó el último día, el día de la celebración por los 16 años de la carrera de David. Esta vez, en lugar de distanciarse de su esposa y su hijo, se mantuvo a su lado. Cuando la mujer despechada apareció y apuntó el arma, David se interpuso entre la pistola y su familia. "No," dijo firmemente. "No haré más daño." La bala que estaba destinada a acabar con su vida, en esta ocasión falló, asustada por la determinación y el amor que David había demostrado. La mujer fue detenida por la seguridad del evento y David abrazó a Lucas con todas sus fuerzas. Habían sobrevivido, pero más importante aún, David había cambiado. Había demostrado que el amor y el arrepentimiento verdadero eran lo único que podía salvar su alma y la de su hijo. Ese mismo día, el demonio apareció por última vez, pero esta vez con una expresión más neutral. "Has cumplido tu parte del trato, David. Tu vida y la de tu hijo te pertenecen," dijo antes de desaparecer en un destello de oscuridad. David abrazó a Mariana y Lucas, decidido a ser el padre y esposo que siempre debió ser, agradecido por la segunda oportunidad que, aunque sobrenatural, había recibido.