**Redención Familiar**-1

Había una vez un joven llamado Nicolás, un nerd de 14 años con una vida más difícil que la mayoría. Huérfano desde pequeño y becado en una prestigiosa escuela, sufría constantes burlas y humillaciones debido a su apariencia y condición física. Pero lo que pocos sabían era que Nicolás también padecía leucemia y se encontraba en una lucha constante por su vida, necesitando un trasplante de médula ósea para sobrevivir. Su vida en la escuela era un verdadero infierno, sobre todo por un hombre llamado Alfredo, el entrenador de deportes. Alfredo, de 33 años, era todo lo contrario a Nicolás. Musculoso, atractivo, millonario y con un ego enorme, disfrutaba humillando a quienes consideraba inferiores. Especialmente a Nicolás, a quien no veía más que como un "pobretón" débil e insignificante. Un día, Alfredo vio a Nicolás con un gorro en la cancha de básquetbol y decidió que era buen momento para hacerle pasar un mal rato. Sin saber que el joven usaba el gorro para ocultar la pérdida de cabello debido a la quimioterapia, se acercó con maldad y le arrancó el gorro. Al ver la cabeza calva de Nicolás, Alfredo estalló en risas crueles. "Este pobretoncito no sabe que no debe usar gorras en el gimnasio. Tendré que enseñarle una lección", dijo Alfredo con desdén. Nicolás, con más valentía de la que Alfredo esperaba, reclamó su gorra. "Devuélvame mi gorra. Ya estoy cansado de ser víctima de monstruos insensibles como usted, que por fuera son bellos, pero por dentro son despreciables", le dijo firme. Las palabras hirieron el ego de Alfredo, quien enfurecido comenzó a golpear salvajemente al joven. Los golpes no pararon hasta que Nicolás cayó al suelo, sangrando por la nariz y vomitando sangre, para finalmente perder el conocimiento. Fue entonces cuando Alfredo, viendo la gravedad de la situación, se asustó y, por primera vez, sintió culpa. Sin importar las miradas sorprendidas y horrorizadas de los presentes, Alfredo tomó a Nicolás y lo llevó al mejor hospital de la ciudad. Allí, descubrió que el joven sufría de leucemia y que le quedaba poco tiempo de vida sin un trasplante de médula. La culpa abrumó a Alfredo, quien decidió hacerse las pruebas para ver si podía ser donante. Además, al realizar las pruebas de compatibilidad, también se hicieron pruebas de ADN. Para sorpresa de Alfredo, descubrió que Nicolás era su hijo biológico. Con el corazón lleno de arrepentimiento, Alfredo prometió hacer todo lo posible para salvar a Nicolás y enmendar el daño causado. Las pruebas resultaron compatibles, y el trasplante se realizó con éxito. A partir de ese momento, Alfredo decidió tomar la responsabilidad de ser un verdadero padre para Nicolás y obtener su perdón. Alfredo usó sus influencias para obtener la custodia de Nicolás y cambiar su apellido, incluso construyó una gran habitación en su mansión para su hijo. Decidido a darle todo lo que necesitaba y una vida lujosa, Alfredo quitó la beca a Nicolás y se aseguró de que recibiera la mejor educación posible sin necesidades económicas. Además, ordenó a sus jugadores de equipo que dejaran de hacerle bullying. Durante la recuperación de Nicolás en el hospital, Alfredo le compró ropa elegante y planeó entrenarlo para hacerlo fuerte y atlético. "En unas semanas, te entrenaré para que seas fuerte, hijo. Mañana te evaluarán para que uses lentes de contacto", le dijo una noche, con la determinación de transformar a su hijo en una versión mejorada de sí mismo. A pesar de su amor y preocupación por Nicolás, Alfredo no logró cambiar su naturaleza narcisista y egocéntrica. Quería que su hijo no solo sobresaliera en los estudios, sino también en los deportes, reflejando su propio éxito y vanidad. Incluso la habitación de Nicolás estaba decorada como la de un atleta en lugar de la de un académico. Sin embargo, Nicolás aceptó con gratitud la nueva oportunidad de vida que le había brindado Alfredo, aunque no dejaba de pensar en cómo equilibrar su propia identidad con las expectativas de su padre. Juntos, siendo el entrenador incapaz de cambiar su narcisismo pero sinceramente arrepentido, y Nicolás añorando una vida mejor y más fuerte, comenzaron un difícil pero prometedor camino hacia una relación padre e hijo llena de retos y segundas oportunidades.