**Redención en la Oscuridad**-2

**Sombras de Sangre y Vínculos Inquebrantables** Christian de la Campa, famoso actor y modelo, vivía una vida centrada en tres cosas: su carrera, su cuerpo y las mujeres. Atractivo, musculoso, ególatra y narcisista, su vida parecía perfecta a los ojos del mundo. Pero detrás de esa fachada, guardaba un oscuro secreto: su hijo de 16 años, al que negaba, golpeaba y humillaba, haciendo pasar como un mero ahijado. El joven, llamado Daniel, era débil físicamente, noble de corazón y un nerd según los estándares de su padre. Para Christian, Daniel era su vergüenza más grande. Una noche, la vida de Christian cambió para siempre. Mientras compartía un momento íntimo con una mujer, esta se reveló como una vampiresa. Atraída por el deseo y la sed, lo mordió y lo transformó en vampiro. La transformación agudizó sus sentidos y despertó un apetito insaciable por la sangre humana. Ahora, los humanos se convirtieron en su alimento y entretenimiento. Comenzó a cazar por las noches, dejando un rastro de mujeres asesinadas con marcas de mordida en el cuello. Daniel, cada vez más preocupado por los cambios en su padre y las misteriosas muertes, decidió seguirlo una noche. Lo encontró a punto de acabar con la vida de una mujer. Con valentía, salió de su escondite, distrajo a su padre y permitió que la mujer huyera. Al enfrentarse a Daniel, Christian percibió el aroma de su sangre y, al escucharlo pronunciar "papá", su instinto vampírico reconoció un heredero. En ese momento, recobró un atisbo de humanidad. Daniel, comprendiendo la sed de su padre, se cortó la mano y le ofreció su sangre. Christian, con lágrimas en los ojos, dijo: "Me he convertido en un monstruo, ¿por qué no huyes de mí después de todo el daño que te he hecho?" Daniel respondió con ternura: "A pesar de todo, eres mi padre. Tú no eres un monstruo. Saldremos adelante, nos tenemos el uno al otro". Desde ese momento, la relación entre ambos mejoró. Christian comenzó a pasar tiempo con su hijo, tratando de redimirse. Días después, la mujer que había sobrevivido al ataque lo denunció. Al enterarse de que lo querían cazar y encerrar, y temiendo que le quitaran a su hijo, Christian decidió huir con Daniel. Aunque su deseo inicial era eliminar a los mortales que los perseguían, respetó el deseo de su hijo de evitar más muertes. Se refugiaron en una de las propiedades de Christian y le juró a su hijo que solo cazaría animales. Daniel, noble y confiado, le creyó. Pero era una mentira. Por las noches, mientras Daniel dormía, Christian iba a la ciudad, seducía y asesinaba a mujeres, alimentando tanto su sed como su deseo. Esta rutina continuó por varios meses hasta que Daniel descubrió la verdad. Desesperado y sintiendo que su padre no tenía salvación, Daniel planeó su escape con la ayuda de varias personas. Fingió ser llevado por la policía y puesto en un hogar de paso. Christian, loco de desesperación al ver a su hijo lejos de su alcance, lo buscó sin descanso. Cuando finalmente lo encontró, lo rescató y lo llevó a otro castillo, esta vez con un guardián para asegurarse de que no pudiera escapar. El guardián actuaba bajo amenaza, protegiendo a su propia familia. Daniel intentó escapar varias veces, pero siempre era atrapado. Christian lo vigilaba, protegía y consentía, tratando de moldearlo a su imagen, obligándolo a entrenar y llevar rutinas de gimnasio, incluso quitándole sus lentes. A medida que pasaron los años, la soledad de Christian lo consumió. Con un deseo egoísta de mantener a Daniel a su lado para siempre, lo mordió contra su voluntad, transformándolo en vampiro. En su mente retorcida, Christian creía que todo lo hacía por el bien de su hijo. Así, padre e hijo vivieron una eternidad en sombras y sangre, prisioneros de una relación distorsionada por el egoísmo y la necesidad de redención. Aunque Daniel lo odiaba por lo que le había hecho, una parte de él siempre buscaba la pequeña chispa de humanidad que quedaba en su padre, esperando que, algún día, pudieran encontrar la paz que tanto anhelaban.