**Redención de Christian de la Campa**-1

Hace años, Christian de la Campa, un hombre atractivo, musculoso y con una personalidad ególatra y narcisista, se encontraba en el hospital al lado de su esposa que daba a luz. La alegría del nacimiento se vio empañada cuando, al poco tiempo, ella falleció debido a complicaciones. En medio del dolor, Christian juró solemnemente que cuidaría y amaría a su hijo, quien ahora se hallaba sin madre. Sin embargo, con el tiempo, ese juramento se desvaneció en el aire. Los años pasaron y Christian se convirtió en un padre ausente y abusivo. Su hijo, Esteban, era todo lo contrario a él: un joven nerd, débil y muy insignificante a los ojos de su exigente padre. Esteban sufría en silencio el desprecio y las humillaciones constantes de Christian. En la preparatoria, la situación no era diferente; sus compañeros también lo acosaban, intensificando su aislamiento y dolor. Esteban no entendía por qué el hombre que había jurado cuidarlo lo trataba tan mal. El deseo de ser valioso para Christian se transformó en una amarga resignación. Un día, sumido en la desesperación, Esteban decidió tomar el control de su destino. Comenzó el proceso de emancipación en secreto y, aprovechando un momento de distracción de Christian, logró que firmara el acuerdo sin leerlo. Esteban planeó su propia "muerte" como la única forma de liberarse. Contrató a un grupo para que se hiciera pasar por una funeraria y simuló su fallecimiento con un medicamento que le haría parecer muerto. Al llegar el día, Esteban fingió tomar una gran cantidad de pastillas y dejó una nota de despedida. Cuando Christian encontró el cuerpo inerte de su hijo, todas las emociones reprimidas lo golpearon de súbito. Abrazó desesperadamente el cuerpo de Esteban, llorando y gritando, consumido por la culpa y el arrepentimiento. La supuesta funeraria llegó poco tiempo después, cumpliendo el "último deseo" de Esteban de ser cremado. Christian, en su desesperación, intentó evitarlo, pero los hombres le arrebataron el cuerpo, dejándole solo con su dolor y una urna vacía. Mientras tanto, Esteban era llevado en secreto a otro país, donde comenzaría una nueva vida lejos del sufrimiento. Los meses pasaron, y Christian no pudo sobrellevar la tristeza y la culpa. Perdió la razón y fue internado en un manicomio. En su delirio, pedía entre lágrimas ver a su hijo, asegurando que Esteban lo estaba esperando para jugar. La ironía de la situación era evidente: el hombre que había despreciado y maltratado a su hijo ahora era atormentado por su ausencia. El karma había cobrado su deuda, y el dicho resonaba en los corredores del manicomio: "No sabes lo que tienes hasta que lo pierdes." Mientras tanto, en un país lejano, Esteban inició una nueva vida. Lejos del yugo de su padre, encontró la paz y comenzó a redescubrir quién era sin la sombra opresiva de Christian. Aunque las heridas emocionales tardarían en sanar, supo que había hecho lo correcto para encontrar su libertad y, eventualmente, la felicidad que le había sido negada.