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Question: Escribe una historia en la que un hombre atractivo, musculoso,egolatra y narcisista de 30 años que es un gran hacendado y dueño de tierras, este hacendado toda su vida desprecio a su unico hijo de 15 años por ser segun el debil, insignificante, un nerd y no ser tan agraciado.La vida le cobra haciendo que el joven tenga un accidente de transito que ocasiona que caiga en coma. Los medicos desean desconectarlo pero el imponente hombre por primera vez no lo permite,el arrepentimiento y la culpa lo carcomen sin importar gastar dinero contrata a una enfermera y todos los aparatos para atenderlo en casa. La vida le cobro caro el daño que le hizo a su propio hijo.Pasaron muchos meses y el joven desperto a pesar de ver cambios positivos en su padre, las autoridades al ser notificadas que el joven sufrio maltrato infantil intervinieron y decidieron que el joven ya no podia vivir en un hogar asi.El hombre nunca permitiria que le quitaran a su hijo, siendo informado por las autoridades compradas por su dinero lo que las autoridades pensaban hacer dijo: primero muerto que permitir que me quiten a mi hijo el es mio y solamente mio. Decidio huir del pais con el joven con otra identidad y con toda su fortuna. El imponente hacendado habia asesinado a sangre fria a los policias que habia comprado cuando supo que lo habian traicionado. Este hacendado tan imponente no le importaria matar con tal de no perder nunca a su hijo, su hijo era suyo y de nadie mas.
Era una mañana de sol resplandeciente en la vasta hacienda de Eduardo Montenegro, un hombre de treinta años que imponía respeto con su imponente físico y su atractivo. Eduardo, dueño de vastas tierras y ganado, siempre había sido egoísta y narcisista, despreciando todo lo que se apartara de su idea de perfección. Entre lo que más despreciaba estaba su propio hijo, Alejandro, un joven de quince años que en nada se asemejaba a Eduardo. Alejandro era delgado, poco agraciado según la visión de su padre, y prefería los libros a los arduos trabajos de la hacienda. Eduardo nunca ocultó su desprecio por Alejandro, considerando que era débil e insignificante, apenas digno de llevar su apellido. Sin embargo, la vida dio un vuelco trágico cuando Alejandro sufrió un accidente de tránsito que lo dejó en coma. Los médicos, con el tiempo, sugirieron desconectarlo, pues las posibilidades de recuperación eran ínfimas. Eduardo, por primera vez, no pudo seguir adelante con su fría fachada. Las lágrimas y el arrepentimiento por su trato cruel hacia su único hijo lo abrasaban de una manera que nunca antes había sentido. Determinado a enmendar sus errores, Eduardo gastó una fortuna para trasladar a Alejandro a su hogar, rodeándolo de los mejores cuidados médicos y contratando a una enfermera especializada. Su imponente carácter y su determinación lograron que Alejandro recibiera el mejor tratamiento posible. Durante esos meses, Eduardo se convirtió en una figura sorprendentemente tierna y arrepentida, cuidando personalmente a Alejandro y hablándole cada día, esperando que algún día despertara. Contra todos los pronósticos, Alejandro despertó. Su regreso a la conciencia fue un milagro médico, pero también trajo consigo la intervención de las autoridades. Fue reportado que Alejandro había sido víctima de maltrato infantil, y las autoridades decidieron que el joven no podía continuar viviendo en un ambiente tan tóxico. Para Eduardo, la mera idea de perder a su hijo era inaceptable. Enfrentado con la posibilidad real de ser separado de Alejandro, su desesperación se trastornó en una peligrosa determinación. Utilizando su fortuna y contactos, Eduardo compró información de algunas autoridades corruptas sobre los planes para tomar a Alejandro de su custodia. Pero cuando se enteró de que aquellos en quienes había confiado con su dinero planeaban traicionarlo, algo en él se quebró. Ya no había límites para lo que Eduardo estaba dispuesto a hacer. En un oscuro y despiadado momento, asesinó a sangre fría a los policías que habían intentado traicionarlo. Decidido a no ser separado de su hijo bajo ninguna circunstancia, organizó una salida clandestina del país. Con nuevas identidades, Eduardo y Alejandro se esfumaron del radar. Eduardo había jurado que no permitiría que nadie le arrebatara a su hijo, cueste lo que cueste. Eduardo nunca sería un hombre bueno, pero en su retorcida mente, su protección hacia Alejandro era lo más cercano al amor que había sentido. Vivirían en la sombra, ocultos del mundo, pero juntos. Sin importar las atrocidades que cometiese, para Eduardo, todo valía la pena si significaba no perder jamás a su hijo.
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