Padre Vampiro: Destino Oscuro

Era una noche estrellada en Los Ángeles, y Christian de la Campa, el renombrado actor y modelo, se preparaba para una de sus usuales veladas de placer. Conocido por su físico impresionante y su arrogante personalidad, solo tres cosas importaban en su vida: su carrera, su cuerpo y las mujeres. Estas últimas, para él, no eran más que entretenimiento efímero. El cuarto doloroso eslabón en su vida era su hijo de 16 años, a quien despectivamente consideraba su mayor vergüenza. El joven, un nerd débil y de buen corazón, era constantemente negado, golpeado y humillado por su padre, quien lo hacía pasar como un simple ahijado para evitar el bochorno. El contraste entre ambos era abrumador, y Christian nunca perdía oportunidad de menospreciarlo. Todo cambió una noche cuando Christian tuvo un encuentro íntimo con una mujer enigmática, cuya belleza solo igualaba su oscuridad interna. Sin que él lo supiera, esta mujer era una vampiresa, y en el clímax de la pasión, lo mordió y lo convirtió en uno de los suyos. La transformación lo llevó a ver a los humanos como mera comida y diversión, y así comenzó su cacería nocturna. Las desapariciones de cinco mujeres con marcas de mordidas en el cuello no pasaron desapercibidas para su hijo, quien comenzó a notar los cambios en su padre. Temiendo lo peor, lo siguió en una de sus incursiones nocturnas y vio con horror cómo se preparaba para asesinar a una mujer desprevenida. Sin pensarlo, el joven salió de su escondite, distrajo a su padre y permitió que la mujer escapara. Christian, furioso y hambriento, se preparó para morder a su hijo, pero el aroma de su sangre y la palabra "papá" en sus labios hicieron que su lado vampiro mencionara "heredero". En ese momento, Christian recuperó el control. Viendo la sed en los ojos de su padre, el joven tomó una decisión valiente: se cortó la mano y le ofreció su sangre para saciarlo. Christian, desconcertado, preguntó: "Me convertí en un monstruo. ¿Por qué no huyes después de todo el daño que te he hecho?". El joven respondió con una sinceridad desarmante: "A pesar de todo, eres mi padre. Tú no eres un monstruo. Saldremos adelante, nos tenemos el uno al otro". Ese fue el punto de inflexión; Christian comenzó a pasar más tiempo con su hijo, y su relación mejoró significativamente. Sin embargo, la superviviente del ataque de Christian lo denunció, y al enterarse de que querían cazarlo y quitarle a su hijo, decidió huir. A pesar de su instinto de matar a esos mortales, su hijo insistió en evitar más muertes inocentes. Así, escaparon y se refugiaron en una de las propiedades de Christian. Le prometió a su hijo que no mataría a personas y que se alimentaría solo de animales. El joven, en su nobleza, le creyó, aunque era mentira. Por las noches, mientras su hijo dormía, Christian regresaba a la ciudad para cazar mujeres, combinando placer y alimento. Esto continuó durante meses hasta que su hijo descubrió la verdad y, consciente de que su padre no tenía salvación, planeó una fuga con la ayuda de varias personas. Fingió ser detenido por la policía y llevado a un hogar de paso. Christian, en su obsesión, encontró y "rescató" a su hijo, llevándolo a un nuevo castillo con un guardián para evitar otra fuga. Este guardián trabajaba para proteger a su familia. El joven intentó escapar varias veces, sin éxito. Christian vigilaba, protegía, consentía y lo entrenaba para que fuera como él físicamente, llevándolo a intensas rutinas de gimnasio y alejándolo de su faceta nerd. Pasaron varios años, años en los que Christian, temiendo la soledad, cometió su acto más egoísta: mordió a su hijo contra su voluntad, convencido de que era por su bien. Así, el joven comenzó su propia transformación, condenado a la eternidad a manos de quien siempre había creído que podría cambiar. Trágicamente unido a su padre, ahora ambos navegaban juntos el oscuro mundo de la inmortalidad, en una relación torcida pero indisoluble.