Once Upon a Time in Storybrooke: A Prince's Dark Twist

Había una vez, en el apacible pueblo de Storybrooke, un hombre valiente y noble conocido como David Nolan, o como otros lo llamaban, el Príncipe Encantador. Atravesando diversas aventuras y quebrantando incontables maldiciones, David se había ganado el corazón de Mary Margaret y había formado una familia con ella, su hija Emma Swan, y su nieto Henry. Sin embargo, el destino tenía un giro oscuro reservado para él. Un día, en medio de las intrigas y conspiraciones que dominaban Storybrooke, David, sin saberlo, ingirió una poción elaborada por Zelina, la cruel Bruja del Oeste del mundo de Oz. Esta poción transformó a David en un ser completamente distinto: un villano malvado, cruel y egoísta, además de un poderoso hechicero. Pero lo más nefasto de la poción era que alteraba sus recuerdos, borrando el amor y los recuerdos compartidos con Mary Margaret y Emma. En su lugar, apareció un odio visceral hacia ellas, basándose en la falsa creencia de que le habían arrebatado a su preciado hijo mayor, Henry, y a su pequeño Neal, de tan solo 1 año. En su enajenación, David, consumido por el odio y la venganza, asesinó a Emma y a Mary Margaret, arrancando brutalmente toda posibilidad de reconciliación. Con su mente distorsionada y su corazón atrapado en la oscuridad, tomó a Henry y al pequeño Neal, llevándolos a un nuevo hogar aislado, donde solo estuviesen los tres. Henry sufrió la prohibición de llamar "abuelo" a David bajo la amenaza constante de recibir castigos, pues al decirle "padre", evitaba la ira del ahora temible hechicero. A pesar de la maldad que llenaba su ser, el amor de David por Henry y Neal era inmenso, aunque profundamente distorsionado. Para él, sus hijos eran su posesión más valiosa, a quienes jamás permitiría que nada ni nadie los apartara de su lado. Les hacía regalos y cumplía cada uno de los caprichos de Henry, intentando sofocar su propia paranoia sobre perder el control. Para cuidar a Neal, David había secuestrado a una nodriza a la que obligaba a alimentar y cuidar al niño, así como a satisfacer sus deseos carnales bajo una constante atmósfera de miedo. Un día, Henry, con el deseo de recuperar algo de normalidad en su vida, pidió a David que le permitiera continuar con sus estudios. Contra toda expectativa, David accedió, pero no sin antes contratar, bajo amenazas, a un maestro que mantendría vigilado a Henry, informándole cada movimiento y todas las personas con las que se relacionara. Aterrorizado por el poderoso hechicero, el maestro obedecía las órdenes, manteniendo una vida en la sombra, marcada por el miedo y el desasosiego. Así, bajo el dominio de David, el villano hechicero, la vida siguió un curso tétrico y caótico. Mientras Storybrooke permanecía en la constante amenaza de ser sometida al reinado oscuro del nuevo autoproclamado rey, Henry y Neal vivían en una prisión dorada, atrapados entre los resquicios de un amor parental deformado y las sombras del poder mágico que mantenía a su "padre" en un trono de terror. Pero, incluso en ese desolador panorama, persistía una minúscula chispa de resistencia en el corazón de Henry, un rayo de esperanza que aguardaba por una oportunidad para devolver la luz a su familia y su hogar.