Obsesión de Aurelio Casillas

La noche era oscura y opresiva en el corazón de la selva maya. Los rayos de la luna apenas penetraban el espeso dosel arbóreo, proyectando sombras inquietantes a través del terreno ancestral. Pero el peligro más grande no venía de la naturaleza, sino de los hombres comandados por Aurelio Casillas, un narcotraficante notorio conocido como "El Señor de los Cielos". Sus hombres acababan de asaltar un antiguo templo maya, en busca de riquezas y secretos ocultos. Entre su botín no sólo había oro y joyas, sino algo aún más valioso: una antigua maldición grabada en una piedra ceremonial. Sin saberlo, al profanar el templo, habían desatado un poder oscuro y antiguo, que pronto cambiaría la vida del temido Aurelio de manera inimaginable. En ese mismo lugar, un joven arqueólogo llamado Lucas, delgado, tímido y con gafas gruesas, estaba investigando la arquitectura del templo. Su pasión por la historia y su amor por descubrir lo desconocido lo habían llevado hasta allí, sin sospechar el peligro que lo aguardaba. En cuanto los hombres de Aurelio lo avistaron, lo retuvieron. Pero algo inaudito ocurrió cuando Aurelio posó sus ojos en Lucas. El narco sintió una atracción inesperada y abrumadora, un deseo ferviente y obsesivo que nunca antes había experimentado. La maldición había hecho su trabajo. Aurelio, acostumbrado a tener el control absoluto, ordenó que investigaran todo acerca de Lucas. Quería saber cada detalle, cada secreto. Finalmente, cuando sintió que sabía lo suficiente, decidió acercarse. Con una mezcla de arrogancia y genuino deseo, se plantó frente al joven. —Eres diferente, Lucas. Quiero que seas mi novio —declaró Aurelio con una voz seductora y peligrosa. Lucas, aunque intimidado, encontró la fuerza para responder: —Nunca podría fijarme en alguien como tú. Mujeriego y arrogante, crees que tener muchas mujeres te hace grande, pero para mí eso no es ser un hombre de verdad. La respuesta desató una tormenta dentro de Aurelio. Sin embargo, su furia se mezcló con un profundo deseo. —Si fueras otra persona, te mataría por hablarme así. Pero tú... tú me vuelves loco, y te juro que serás mío, solamente mío. El narco hizo promesas de amor que Lucas no quería escuchar. Pero a medida que pasaban los días y los intentos de Aurelio por conquistar al joven fallaban, una noche decidió usar un método diferente. Invito a Lucas a beber algo "por la paz". Lucas, cansado de la presión, aceptó, sin sospechar el potente afrodisíaco en su bebida. El joven arqueólogo sucumbió a la droga, y bajo su efecto, accedió a casarse civilmente con Aurelio. Al abrir los ojos la siguiente mañana y ver el acta de matrimonio junto a la presencia dominante del narco, el miedo asedió su corazón. Pensó en su familia, en el peligro que corrían si intentaba huir. —Si de verdad me amas, Aurélio, debes dejar tus aventuras extramaritales. Sólo quiero que estés conmigo —dijo Lucas con voz temblorosa. Ante estas palabras, algo en Aurelio cedió. Por primera vez en su vida, accedió a terminar con sus múltiples amantes, usando una combinación de dinero y amenazas para asegurar su fidelidad. Mientras tanto, cada día que pasaba, Aurelio se volvía más posesivo y celoso. Contrató a compañeros de Lucas para que lo cuidaran y lo vigilaran constantemente. Lucas vivía en un constante estado de tensión, atrapado entre el miedo al narco y la extraña felicidad que le brindaban sus noches juntos. Comenzaba a entender por qué tantas mujeres se enamoraban perdidamente de Aurelio. En esos momentos íntimos, el narco desplegaba una ternura y una pasión que contrastaban con su brutalidad diaria. —Eres mío —susurró Aurelio una noche, acercándose a Lucas después de hacer el amor—. Juro que mataré a cualquiera que te toque. El joven arqueólogo entendió que su vida nunca volvería a ser normal, pero su situación era compleja. La mezcla de temor y una creciente atracción hacia Aurelio lo tenía en una encrucijada constante. Había aprendido a navegar en ese mar de emociones violentas, conformándose a su nuevo y perturbador destino. Aurelio, por su parte, no permitía interrupciones cuando estaba con Lucas. Sus hombres sabían que interrumpir esos momentos significaba la muerte segura. Así, la peculiar pareja vivía un día a la vez. Un naufragio emocional marcado por la oscuridad de una maldición antigua, el poder asfixiante de un amor forzado, y la brutal realidad de sobrevivir junto a uno de los hombres más peligrosos del mundo.