**Notas de Sangre: La Guerra de los Hermanos Casillas por el Amor Prohibido**

La noche era gélida y oscura en el escondite en las montañas donde Aurelio y Amado Casillas mantenían su cuartel general. El viento soplaba con fuerza, como si presagiara la tormenta que estaba por desatarse entre los dos capos más temidos de la mafia. Al interior, el ambiente era tenso, cargado de silencios y susurros mientras sus hombres esperaban ordenes. El joven policía, Eduardo, fue llevado ante ellos, con una mirada de determinación y miedo que no podía ocultar. Sus investigaciones secretas sobre los movimientos de Aurelio y Amado habían terminado en su captura. Una pequeña sonrisa se dibujó en el rostro de Aurelio al reconocer esos ojos que no había olvidado desde su infancia. "Según mi código, deberíamos matarte", dijo Aurelio con voz grave, "pero haré algo mucho mejor. Te tomaré y te haré mío por todos estos años en que tú, por preferir tu beca, me abandonaste. Siéntate honrado por ser tomado por mí, y después de esta noche, serás mío todas las noches." Antes de que pudiera acercarse más, la voz de Amado resonó en el salón. "Espera, Aurelio. Él es mío y de mi propiedad. Por él, abandoné la DEA para tener dinero y darle la vida de un rey. No se acuerda ahora, pero cuando estaba ebrio hicimos el amor y no pienso permitir que pongas tus manos en mi novio aunque él no lo sepa." Eduardo miraba confuso y asustado a los dos hombres que, a pesar de ser hermanos y poderosos mafiosos, parecían estar a punto de desatar una guerra por él. Amado se acercó y, tomando a Eduardo del brazo, lo alejó rápidamente de Aurelio. Aurelio miró a Amado con un odio frío. "Esto significa guerra, hermano. Comenzaremos algo que ni tú ni yo podríamos haber imaginado." Amado mantuvo la mirada mientras se llevaba a Eduardo. "Así parece, Aurelio." Desde ese momento, las balas y las traiciones se convirtieron en el lenguaje entre los hermanos Casillas. Ya no había lealtad, solo deseo de destruir al otro. Eduardo, atrapado entre dos fuerzas destructivas pero encontrando en Amado un amante cariñoso y detallista, vivió días de amor y noches de pasión que le eran tan ajenas como las balas que zumbaban en cada emboscada. Mientras se desataba la guerra, Amado trataba de proteger a Eduardo del peligro arrasador que Aurelio representaba. Lo mimaba y le mostraba su lado más humano, aquella parte perdida entre la violencia y las drogas. Eduardo luchaba por comprender sus sentimientos en ese mundo que lo asfixiaba. La batalla final se acercaba, una confrontación que determinaría no solo el destino de los hermanos, sino también el de Eduardo. Al final, solo uno podría prevalecer en esta enredada historia de amor y odio, y el precio por ese amor sería más alto que cualquiera de ellos hubiera podido anticipar. Las líneas fueron trazadas, y el enfrentamiento entre Aurelio y Amado Casillas se precipitaba hacia su inevitable conclusión. Ambos hermanos deseaban la muerte del otro, y la que una vez fue una hermandad sagrada se había transformado en una guerra de pasión y sangre, todo por un amor que ninguno de ellos había podido reclamar como propio en los años que pasaron.