**Narco Hechizado: Amor y Maldición**

La Historia de Aurelio Casillas y el Joven Arquitecto Aurelio Casillas se encontraba en el ápice de su poder, el narcotraficante mexicano conocido como "El Señor de los Cielos". Su vida era una mezcla de lujo y violencia, siempre al borde entre el placer desmedido y el peligro mortal. Pero su suerte cambió radicalmente el día que sus hombres asaltaron las riquezas de un antiguo templo maya. En su ambición desmedida se llevaron objetos sagrados sin saber que acababan de desatar una maldición. Entre los saqueos, se encontraba una estatua cubierta por jeroglíficos misteriosos. Cuando uno de los hombres de Aurelio la rompió, liberaron una fuerza arcana que buscaba corregir el desequilibrio creado por sus acciones. La maldición lo tocó de manera invisible, algo que él mismo no pudo comprender. Mientras tanto, en una excavación cercana, un joven arquitecto estudioso de la arquitectura maya, desaliñado y de complexión débil, fue sorprendido por los hombres de Aurelio y llevado al campamento. El joven, Juan Pablo, estaba allí para profundizar en sus investigaciones sobre las antiguas edificaciones. Desconcertado y asustado, nunca imaginó que su destino se entrelazaría de una manera tan extraña con la del temido narcotraficante. Apenas los ojos de Aurelio se posaron en Juan Pablo, sintió una atracción irracional e incontrolable. Nunca antes había experimentado algo semejante, y esa intensidad, nacida de la maldición, comenzó a consumirlo. Aurelio, siempre seguro de sí mismo y consciente de su poder, se volvió obsesivo. Ordenó a sus hombres que investigaran todo acerca de Juan Pablo: su familia, su pasado, sus costumbres. Aurelio se acercó a Juan Pablo y, usando su natural carisma y áurea viril, trató de seducirlo. Pero Juan Pablo, a pesar de las circunstancias, se mantuvo firme. "Nunca me fijaría en un mujeriego que por tener muchas mujeres se cree un gran hombre", le dijo despectivamente a Aurelio. La reacción de Aurelio fue furiosa e impulsiva. Lo tomó del brazo y lo miró con ojos llameantes. "Si fueras otro, ya estarías muerto. Pero tú me has vuelto loco. Te digo que serás mío, y solo mío". Este fue el inicio de una lucha constante entre ambos, el poder dominante de Aurelio y la resistencia firme de Juan Pablo. Días después, viendo que ninguna técnica de seducción funcionaba, Aurelio decidió que necesitaba un enfoque diferente. Durante una noche tranquila, se acercó a Juan Pablo y le propuso hacer las paces con una bebida. Juan Pablo, queriendo calmar la situación, aceptó sin sospechar nada. La bebida contenía un potente afrodisíaco que dejó a Juan Pablo vulnerable y desenfrenado. Ese mismo día, bajo la influencia de la droga, Juan Pablo firmó un acta de matrimonio civil con Aurelio. Esa noche fue culminante. En la habitación lujosa de su mansión, Aurelio experimentó una pasión desmedida con Juan Pablo. Al terminar, lo estrechó con fuerza y susurró posesivamente, "Eres mío. Mataré a cualquiera que ose tocarte". A la mañana siguiente, cuando Juan Pablo despertó y vio el acta de matrimonio junto a él todavía en la cama de Aurelio, sintió un torrente de emociones: miedo, frustración, y un confuso placer que nunca antes había experimentado. Pensando en las posibles represalias que Aurelio podría tomar contra su familia y colegas, decidió quedarse. Sin embargo, Juan Pablo no estaba dispuesto a aceptar esa vida sin condiciones. Se enfrentó a Aurelio y le puso una condición: "Si de verdad me amas, debes terminar con tus aventuras extraconyugales y ser solo mío." Aurelio, sorprendentemente, aceptó las palabras de su esposo y, mediante dinero y miedo, rompió con todas sus relaciones pasadas, no sin antes llevarse la furia de múltiples mujeres. Con el paso del tiempo, Aurelio se volvía más posesivo y celoso. Llenó su vida de vigilancia constante, contratando a colegas de Juan Pablo para que lo protegieran y vigilaran. Juan Pablo vivía entre el temor por su vida y un sentimiento creciente de satisfacción por las intensas noches que Aurelio le ofrecía. Sospechaba que ahora entendía por qué tantas mujeres habían estado dispuestas a morir por él. Aurelio, cada vez más consumido por la maldición, ordenaba que no fueran molestados bajo ninguna circunstancia cuando estaban juntos. Amenazaba con violencia letal a cualquiera que se atreviera a interrumpir el sagrado tiempo con su amado. Mientras la obsesión de Aurelio crecía, así también lo hacía la confusión de Juan Pablo, caminando en una delgada línea entre el amor y el terror.