"Maldición Maya: Cambio de Corazón"

**El Eterno Encuentro: La Maldición del Templo** Aurelio Casillas, conocido como "El Señor de los Cielos", siempre había sido un hombre imponente y temido. Su estatura, cuerpo musculoso y mirada fría eran suficientes para hacer temblar a cualquiera. Había construido su imperio a base de astucia y violencia, y entre sus muchas conquistas, las mujeres no eran más que trofeos que demostraban su poder. Nunca había caído en la trampa del amor, hasta el día en que sus hombres decidieron asaltar un antiguo templo maya. La codicia le ganó al juicio, y Aurelio ordenó saquear el templo en busca de riquezas. Nadie sospechó que en ese saqueo desatarían una maldición ancestral. Una noche, después de aquel saqueo, Aurelio comenzó a sentir que algo cambiaba dentro de él. Su mente se llenaba de pensamientos perturbadores, y una imagen recurrente se presentaba ante sus ojos: la de un joven académico que había estado estudiando la arquitectura del templo en el momento del asalto. Clarence Muñoz, un chico nerd, débil y en absoluto atractivo según los estándares de Aurelio, se había convertido en la obsesión y el amor irrefrenable del cruel narco. Desesperado por la incomprensible pasión que lo consumía, Aurelio ordenó investigar todo sobre Clarence. Conoció cada detalle de su vida, sus estudios, sus preferencias, y pronto, la obsesión se transformó en un deseo insaciable de poseerlo. Sin escatimar en métodos, Aurelio comenzó a acercarse al joven, utilizando su carisma y poder para seducirlo. En el fondo, sabía que Clarence no era alguien que se impresionara fácilmente. Un día, en uno de sus encuentros más tensos, Aurelio le confesó su amor y le propuso ser su novio. Clarence, lejos de sentirse halagado, respondió con desdén: —Nunca me fijaría en un mujeriego que cree que tener muchas mujeres lo hace un gran hombre. La furia se desató en Aurelio, pero al mismo tiempo, el hechizo de su enamoramiento lo mantenía atado. —Si fueras otra persona, te mataría por esto. Pero me has vuelto loco, y te digo, serás mi novio y solamente mío. Decidido a lograr el amor de Clarence a cualquier costo, Aurelio probó diferentes maneras de conquistarlo. Poco a poco, sus esfuerzos resultaban en vano. Hasta que una noche, Aurelio decidió probar una táctica diferente. Se acercó a Clarence con un gesto aparentemente pacífico. —Te dejaré tranquilo, no acostumbro perder. Pero podemos beber algo por la paz, ¿te parece? Clarence, curioso y algo desconfiado, aceptó la invitación. Sin que el joven lo notara, Aurelio había puesto un potente afrodisíaco en la bebida. Los efectos fueron inmediatos. Clarence, abrumado por el deseo inducido, cedió a los avances de Aurelio, y esa noche aceptó casarse civilmente, bajo un estado que lo llevó eventualmente a compartir la cama del narco en su imponente mansión. La mañana siguiente fue un despertar de pesadilla para Clarence. Al ver el acta de matrimonio y la presencia de Aurelio a su lado, un frío profundo le recorrió el alma. La amenaza implícita hacia su familia fue suficiente para mantenerlo bajo el control de Aurelio. Desesperado, Clarence decidió quedarse, pero impuso una condición: —Si de verdad me amas, debes terminar con tus aventuras extramaritales. Debes estar solo conmigo —le exigió con firmeza. Sorprendentemente, Aurelio aceptó sin titubear. Ordenó poner fin a sus relaciones con todas aquellas mujeres que no eran más que sombras en su vida. Con una mezcla de dinero y miedo, las alejó de su mundo, manteniendo solo a Clarence como su único y verdadero amor. A lo largo del tiempo, la extraña maldición que había comenzado como una obsesión incontrolable, se transformó en una relación compleja. Aurelio, el implacable Señor de los Cielos, se convirtió en un hombre con un solo propósito: proteger y amar a Clarence, a quien había atado a su destino de forma inexorable. Aunque la relación nacida de los hilos oscuros de una maldición nunca sería convencional, en ese retorcido vínculo, encontraron un equilibrio extraño y perturbador, donde Aurelio se convirtió en el posesivo guardián de su reina inesperada.