Lost Melodies: The Fall of David Chocarro

Hace muchos años, en un modesto barrio de Buenos Aires, vivía un joven de gran potencial llamado David Chocarro. Tenía una esposa, Ana, que era su sostén emocional, y juntos habían dado la bienvenida a un hermoso hijo, Lucas. David era apuesto, musculoso y ambicioso, y a pesar de las dificultades económicas, siempre había soñado con ser actor. Fue Ana quien lo apoyó incondicionalmente y lo animó a seguir su sueño. David trabajaba arduamente en pequeños papeles y sesiones de modelaje, siempre con la esperanza de alcanzar un gran éxito. Finalmente, llegó ese día. Un director de televisión quedó impresionado por su físico y presencia, y le ofreció un papel en una telenovela. Fue el primer paso hacia una carrera estelar. El éxito no tardó en llegar y con él, la fama y la atención de muchas mujeres que lo deseaban. David, poco a poco, dejó que la vanidad y la lujuria dominaran su corazón. Empezó a pasar menos tiempo en casa y más en fiestas de alto perfil, rodeado de admiradoras que buscaban un pedazo de su resplandor. A medida que su estrellato crecía, también lo hacía su arrogancia. Pronto, Ana y Lucas se convirtieron en sombras en el espectacular mundo de David. David, narciso por su naturaleza, empezó a tratar a Ana como si fuera una simple criada. La obligó a mudarse a una de las habitaciones de servicio y negó públicamente su existencia, afirmando siempre estar soltero. Lucas, un joven inteligente y devoto de la lectura, era constantemente objeto de la humillación de su padre, quien no toleraba su apariencia "débil" y "nerd". Pasaron los años y Lucas, a pesar del desprecio de David, creció siendo un joven brillante y lleno de bondad. Pero el sufrimiento en su hogar dejó huellas profundas. El desencanto de Ana crecía día a día, pero su amor por Lucas la mantenía al lado de David, con la esperanza de que algún día él volviera a ser el hombre que una vez amó. El destino, sin embargo, tenía otros planes para David. En la ocasión de su 16º aniversario como actor, organizó una fastuosa fiesta llena de ostentación y lujos. Una de sus muchas amantes, despechada al descubrir que David no tenía intenciones de casarse con ella, decidió tomar venganza. En mitad de la celebración, apareció armada y en un arrebato de furia disparó, pero la bala no encontró su objetivo. Lucas, intentando proteger a uno de los invitados, recibió el impacto y cayó al suelo. Por primera vez en mucho tiempo, David sintió una oleada de preocupación, culpa y remordimiento al ver a su hijo herido. Ana corrió hacia Lucas, gritando de desesperación y rogándole que no la dejara, mientras lloraba amargamente. David se acercó, se arrodilló junto a su hijo y suplicó: "Por favor, resiste. Estarás bien, ya llamé a los paramédicos." Lucas, en medio de su dolor, miró a su padre y dijo: "No quiero irme con odios ni rencores. Te perdono, papá. Sigue disfrutando tu vida.” Con esas palabras, su pecho dejó de moverse. David lanzó un grito desgarrador. "¡No, hijo, no te vayas! ¡Sé que estás vivo! ¡Resiste!" Ana, consumida por el dolor, lo miró con una ira contenida: "Esto es tu culpa, David. Nuestro hijo murió por tu egoísmo y tu desprecio. Ahora te dejo. Quiero el divorcio." Se levantó y se alejó, dejando a David con el cuerpo de su hijo. El funeral fue un desgarrador final a la breve vida de Lucas. David, destrozado, ayudó a cargar el ataúd, mientras la culpa lo corroía por dentro. Cuando llegó el momento del entierro, Ana se acercó a él una última vez: "Adiós, David. Ojalá te vaya bien en tu vida. Ya no tienes un hijo. Tu mentira se hizo realidad." Sin otra palabra, se dio la vuelta y se fue, marcando el final de todo cuanto habían construido juntos. Esa noche, David se adentró en el cuarto de su hijo. Tocó sus juguetes, revisó sus libros y, abrumado por el dolor, comenzó a lanzar todo al suelo. "Debí haber pasado tiempo contigo, hijo. Debí haberte dado la atención que merecías.” Finalmente, se derrumbó sobre la cama de Lucas, abrazando una fotografía de su hijo y llorando hasta que el sueño lo venció. Los meses que siguieron fueron un espiral descendente para David. La culpa y el remordimiento lo consumieron. En su mente fracturada, creó un mundo en el que Lucas seguía con vida. En ese mundo imaginario, pasaban tiempo juntos, reían, compartían juegos y vivencias. La fantasía le permitía escapar del horror de su realidad, pero a un precio: la pérdida completa de su cordura. Así, David Chocarro, que un día fue una estrella brillante llena de promesas y ambiciones, terminó siendo una sombra de sí mismo, perdido en un mundo de dolor y fantasía, con la única compañía de los recuerdos de un hijo al que nunca supo amar.