Los Lazos de Sangre: Una Insólita Relación entre un Vampiro y su Hijo Perdido

Se encontraba el vampiro, de radiante piel pálida y figura escultural, vagando en la oscuridad de la noche, con sus ojos color rubí buscando una presa que apaciguara su sed de sangre. Fue entonces cuando divisó a un tímido muchacho de 17 años, de rasgos peculiares y un semblante más apegado a un libro que a la belleza convencional. Se acercó sigiloso, listo para un rápido ataque. Sin embargo, su mirada se posó en un lunar en su mejilla derecha, un lunar específico, uno que solo los miembros de su familia poseían. Al darse cuenta de ello, un shock de realidad invadió al vampiro. El adolescente no era cualquier humano, era su hijo, el fruto de una relación abusiva que tuvo hace años. Abatido por la culpa y el repentino instinto paterno, decidió hacer lo que nunca pensó, proteger y cuidar de su hijo. Usando sus poderes, indujo al nerd a un sueño profundo, llevándolo consigo a su majestuosa mansión gótica. La antigua ley vampírica establecía que si un vampiro dejaba descendientes con un mortal, y no estaban casados, el descendiente le pertenecía completamente a su progenitor vampiro. Así que cuando el joven despertó, confundido y alarmado, el vampiro se lo explicó todo. Le confesó su origen, reveló su naturaleza y admitió sus pecados pasados. Le aseguró que en adelante, esa sería su nueva casa y recibiría lo mejor en términos de alimento, vestimenta y educación. No obstante, surgen complicaciones cuando el vampiro intenta educar a su hijo a la antigua, como fue educado él hace cinco siglos. El chico, acostumbrado al mundo moderno, se siente como un pez fuera del agua, lidiando con su peculiar padre y este nuevo y escarpado camino hacia la adultez. Lentamente, entre disputas por diferencias generacionales y conversaciones nocturnas bajo la luz de la luna, ambos inician un peculiar viaje, donde no solo aprenden el uno del otro, sino también descubren que la verdadera riqueza reside en el amor y el entendimiento mutuo.