Los Aprendizajes de un Vampiro: Una Extraordinaria Relación Padre-Hijo en un Mundo Oscuro

El vampiro llamado Vladimir, alto, musculoso, con una piel pálida y cabello negro azabache, era la imagen misma de la atracción sobrenatural y la maldad aristocrática. Aunque su gran ego y narcisismo siempre eclipsaban su figura atractiva. Aparentaba tener 30 años, pero su verdadera edad ascendía a los 500 años. Siendo el rey de todos los vampiros, llevaba la vida de una suerte de dios oscuro, arrogante y temido por todos. Una noche, mientras buscaba una presa para saciar su sed, se encontró con un muchacho nerd de 16 años. Tenía gafas gruesas, el cabello desaliñado y una apariencia bastante insegura. Al intentar morder al chico, Vladimir notó un lunar distintivo en su cara, ese lunar que solo los de su antigua y extinta estirpe solían poseer. Usando sus habilidades sobrenaturales, sometió al chico a un interrogatorio sobre su origen. Entre lágrimas, el joven confesó que nunca conoció a su padre en su defecto, su madre le dijo que había sido abusada. Al escuchar esta historia, Vladimir sintió una punzada de culpa y horror. Había encontrado a su hijo. Vladimir tomó la decisión de reconocer y reparar el daño causado a aquel chico, aún a costa de su orgullo. Decidió educarlo conforme las estrictas normas de su progenitor de hace 500 años. Lo llevó a vivir a su mansión y las lecciones comenzaron: equitación, buenos modales, trato a las damas y servidumbre, manejo de espada, diplomacia y cómo gobernar. El nerdy, Justin de nombre, aunque cautivado por la vida sobrenatural y aristocrática, tenía sus propios sueños. Quería ser abogado y sus notas excepcionales ya le habían ganado ofertas de las mejores universidades del país. Durante una discusión, Justin expresó esos deseos a su padre, quien rechazó la idea de que un miembro de la realeza se rebajara a la mendicidad de un empleo humano. Sin embargo, Justin consiguió convencer a su padre para que se le permitiera terminar la preparatoria. Vladimir, a regañadientes, visitó la preparatoria de su hijo y anunció su paternidad, en parte para asegurarse de que el lugar era digno de Justin. Con su ego y la necesidad de aparentar normalidad, Vladimir evaluó la escuela aceptándola por el bienestar de su hijo. Desde entonces, la relación entre el atípico padre e hijo fue una mezcla de lecciones nobiliarias y adaptación a las realidades de un mundo moderno, lo cuál fue un sombrío, pero encantador viaje. ¿Quién hubiera pensado que el temido rey de vampiros sería el protector y tutor de un prometedor abogado nerd y medio vampiro? Ciertamente, no Vladimir. Y tal vez, eso era justo lo que necesitaba para suavizar su intransigente narcisismo y mejorar como líder.